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Las cosas cambian, ya lo decía Heráclito. Decía que nunca vemos pasar la misma agua en los ríos. Este es el mes de los exámenes, y hubo un tiempo en que los días de esfuerzo y las noches en blanco se superaban con la ilusión de ganarse un buen futuro a base de codos, pero hoy, sentado frente a mi ventana, veo pasar a los nuevos estudiantes –nuevos como las aguas del río— y sé que no encontraré pájaros en los nidos de antaño. Son malos tiempos para la juventud. Luego vendrá la Selectividad y de tanto andar desorientados los estudiantes ya no saben ni dónde se encuentran; es como si recorrieran una cinta sin fin en una tarde brumosa que parece que no tiene límites. Ciegos como el pulpo en el garaje con gafas de sol y de noche, lanzados a la conquista de un futuro inexistente, tratando de superar las barreras de la adversidad. Suerte que todos tienen una novia formal, una novia alta, tierna, muy hermosa, que les dura unos cuantos meses como mínimo; y ellas tienen un novio que les dura lo mismo, y algún que otro ex que ya pasó a la historia. ¿Pero qué digo? Nuestros jóvenes ya no corren. ¿Para qué apresurarse? Si llegan a la facultad, si van para médicos -hacen falta muchos médicos con la proliferación de gentes de la tercera edad-, a lo mejor encuentran empleo en seguida. Viven en un piso cómodo, disponen de un cuarto con ordenador, móvil y otros ingenios informáticos, se bajan gratis la música pop y a lo mejor algún trabajillo en el Rincón del Vago, y puede que hasta se permitan alguna experiencia poco recomendable. En la vida hay que catarlo todo, y ellos son los futuros dirigentes de este país como diría Larra. «¿Qué quiere usted? ¡En este país!... ¡Cosas de este país!»

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Acaso algún estudiante despistado encuentre el rastro de su calle y vuelva a retomar la calzada primitiva, y andando, como quien no quiere la cosa, leyendo los rótulos de la carretera y las matrículas de los turismos, vaya retornando a la realidad. No hay trabajo ni para los informáticos, a pesar de lo que afirmen los candidatos en los mítines de elecciones. El panorama es gris, hostil, sin horizontes. El mañana ya no existe, ya no sirve de nada estudiar una carrera como no sea para cursar unos cuantos masters y tratar de colocarse en el extranjero, lo cual no hace maldita gracia a las mamás. ¡Que nos rebajen las tasas, que nos quiten la Selectividad, que borren el mes de mayo y luego junio, que dejen solo las fiestas de Sant Joan y sobre todo que estudie Rita!