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El caso de difteria surgido recientemente en nuestro país pone de relieve el peligro de actitudes irresponsables como las de oponerse al plan de vacunaciones en aras de una pretendida «libertad de elección» que evalúa generalmente informaciones erróneas, como ocurre en la negación del cambio climático, dentro de la forma de pensar del Tea Party norteamericano, un marco mental que sirve lo mismo para torpedear la política exterior del Presidente, introducir el creacionismo en las escuelas, cuestionar la realidad de la reforma sanitaria, según ellos otro atentado más de los progresistas contra la sacrosanta Libertad, o colar de rondón un tratado de libre comercio (TTPI) que va a cercenar la escasa autonomía que nos quedaba a los europeos frente a las grandes corporaciones…

Y es que uno de los rasgos más sorprendentes de la mundialización es la metamorfosis de un concepto por el que tantos dieron su vida cuando su significado era unívoco sobre todo para quienes estuvimos décadas de nuestra vida sin poder disfrutar de sus frutos, contemplándolos a distancia, como ese niño de Dickens que observa los manjares de los privilegiados a través de los ventanales tamizados por el vaho del confort interior. Así era para nosotros la libertad, fruta exótica a la que mitificamos cantando sin ira sus excelencias hasta que devino en realidad palpable a través de un proceso errático en su concepción pero modélico en su resolución.

Ya nos advirtió Norberto Bobbio, parafraseando a Orwell, que todos somos libres pero algunos son más libres que otros, pues aunque la libertad se puede considerar un bien individual, la igualdad es siempre un bien social. Es evidente que cada extensión de la esfera pública por razones igualitarias restringe la libertad de elección en la esfera privada, como no lo es menos que el estado de libertad salvaje es un estado de guerra permanente entre todos por la supervivencia. Esta tensión permanente entre libertad e igualdad se ha ido decantando falazmente en los últimos años a favor de la primera, adoptada por la derecha mundializada, y plasmada a través de un discurso simple, claro, directo, sin matices ni complejos, coherente con los tiempos actuales de política-espectáculo.

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¿Quién nos iba a decir que, pasados los años, la libertad iba a ser patrimonio de las antaño y siempre gentes de orden mientras los progres trasnochados, se iban a convertir en pérfidos estatalistas, chupópteros de subvenciones y debeladores de la marca España a la que desprestigian con sus críticas?; ¿quién nos iba a decir que abogar por la laicidad del Estado iba a ir en contra de la más elemental libertad de culto o que apostar por una educación pública universal, gratuita y de calidad acabaría siendo, además de un liberticidio, una fuente de manipulación de las tiernas mentes infantiles con conceptos para los neoliberales tan alejados de la libertad como la educación sexual, la igualdad de géneros o la protección del medio ambiente? ¡Y qué decir de la diversidad lingüística! En aras de la libertad, nadie puede impedir que cada uno hable la lengua de su pueblo o de su barrio y llamarla como le pete (lapao, llengo, migjorner o ma-honés d'es carrer de la Plana ), so pena de ser acusado de nazismo cultural…

En cuanto a políticas territoriales, si bien es cierto que un proteccionismo a ultranza es un freno para el desarrollo turístico y que se necesitan buenas infraestructuras, no lo es menos que la histórica resistencia de los menorquines a dejarse engullir por el modelo turístico imperante ha hecho que Menorca esté hoy en condiciones de configurar una experiencia innovadora y adecuada a las demandas de la nueva economía, que intente alejarse tanto del all inclusive como de la degradación ambiental. No deja de ser curioso que en este proceso la izquierda sea conservadora, partidaria de ciertas restricciones urbanísticas así como de un turismo de naturaleza, cultural y patrimonial, gastronómico, náutico y ecuestre, y la derecha se muestre desarrollista, 'progresista' en la línea de Mallorca e Eivissa, más proclive a un modelo de grandes infraestructuras y urbanismo a la carta, sin 'trabas burocráticas', liberal.

No resulta fácil desmontar este discurso en época de vacas flacas, según el cual hay que allanar de forma irrestricta el camino a emprendedores y creativos para remontar la situación, pero sorprendentemente este modelo ha sido derrotado en las urnas y las coaliciones ganadoras tienen ante sí el difícil reto de embridar las tentaciones ultraliberales sin frenar el imprescindible desarrollo turístico y hacerlo con rigor económico. Un reto difícil que exige seny para respetar lo que se ha hecho bien y prudencia para implementar las nuevas políticas que han pedido las urnas. Sin fundamentalismos pero sin tomar el nombre de la libertad en vano.

PS. Con el triplete en el zurrón y el cuarenta de mayo en el calendario, llega el nirvana del escribidor en su ullastre y el merecido descanso de sus lectores. Bon estiu a tothom!