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Que vaya por delante mis felicitaciones a Joana, Juana, Joan y Juan. Y a los que celebran este día cumbre de las fiestas grandes de Ciutadella. Pero mi cometido hoy es meterme con dos individuos invertebrados: el mosquito y la mosca. Dos seres puñeteros del verano que te hacen la puñeta siempre que pueden.

Empezaré por el mosquito Joan. El muy intenso se me ha colado en la habitación y se pasea sin vergüenza las noches de este mes de junio con su tormentoso y temeroso aleteo. Sin abrir los ojos intento darle torpemente con las manos y no hay manera, como sortea mis metacarpios, como un futbolista regateando. Y siempre consigue lo que quiere, picar, picar, picar,... y ya te ha fastidiado el sueño. Te haces la cruz para expandir su veneno; te pones aceite de romero; te rodeas de plantas olorosas de un euro como la albahaca; te compras antimosquitos en pastillas, en espray, hasta ¡incienso de citronela! -novedad en el mercado- y crees que ya puedes planchar la oreja cuando cogiendo el sueño reparador de tu vida, vuelve, el muy... pendón. Enciendes las luces y te lías a almohada limpia. Crees que con el subidón lo has aniquilado. Exhausta caes rendida en la cama, en una tranquilidad y paz aparente. Solo se escucha la respiración acelerada del esfuerzo de ganar esa batalla. Esbozas una leve sonrisa, y ¡zasca! allí está él, otra vez. Y ¡pam! te pica, y pica y repica. ¿Cómo puede ser que algo tan minúsculo te altere tu estado de ánimo?

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Pero este bichito no está solo en el verano, tiene a su prima la mosca Juana. Que viene cuando le viene en gana: en los cambios de tiempo; con la fruta fresca recién cortada, o con la carne a punto de echar a la paella. Después está el familiar que siempre aparece con el atrapamoscas de plástico, ¡pim, pam, pum! que alguna cae pero el concierto de intentar derribarlas lo tienes hasta noviembre. O el adulto que te encuentras en casa en modo ninja y con sigilo intenta sorprender a su víctima sea con una revista, periódico, y ¡zasca, zasca, zasca! liarla parda, tropezando con algún jarrón chino. Y nada, que la puñetera ahí está, riéndose en la punta de tu nariz, con los ojos bizcos y lengua fuera intentas atraparla cerrando tu libro abierto de lectura estival, y cuando ya no puedes dar marcha atrás porque la fuerza es más poderosa que tu pensamiento de frenar ese acto injusto, es que no tienes un libro sino el ebook que estampas contra tu mal olfato, ahora. Esta pareja siempre sale ganando, porque aunque naden en la trampa de tu gazpacho, o vino blanco, ya te han estropeado el día. Siempre quedará el «pica, pican, los mosquitos,...» de Miliki.

@sernariadna