EL MARTES 28 DE JULIO, A LAS 12 HORAS. El encargado de negocios de la Nunciatura Apostólica, Santiago de Wit, comunicó al obispo, dos semanas antes, el día y la hora en que se haría público su nombramiento.

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En la mañana del martes 28 julio había en España dos diócesis que se encontraban en situación de sede vacante: Mondoñedo-Ferrol y Palencia. En otras cuatro, sus obispos ya han cumplido los 75 años y, tal como ordena el Código de Derecho Canónico, pusieron sus cargos a disposición de la Santa Sede: Barcelona, Lleida, Vitoria y Burgos.

Las últimas quinielas de mitrables apuntaban a que el ordinario de Segorbe-Castellón, Casimiro López Llorente, iría a Burgos mientras que el de Ibiza -Vicente Juan Segura, exjefe de la sección de la Lengua Española en la Secretaría de Estado del Vaticano y titular de la diócesis pitiusa desde mayo de 2005- sería trasladado a Castellón. Nada de esto sucedió, porque lo que iba a ocurrir se había decidido y escrito desde hacía bastantes días.

A las doce del mediodía, de manera simultánea en Roma, Ciutadella y Lleida, se difundía que Il Santo Padre Francesco ha accettato la rinuncia al governo pastorale della diocesi di Lleida (Spagna), presentata da S.E. Mons. Joan Piris Frígola. A continuación el Vaticano

anunciaba que Il Papa ha nominato S.E. Mons. Salvador Giménez Valls Vescovo della Diocesi di Lleida (Spagna), trasferendolo dalla Sede di Menorca. Este es el comunicado oficial que abre, de nuevo, el proceso sucesorio en la diócesis de Menorca.

EL MARTES 28 DE JULIO, A LAS 12 HORAS. El encargado de negocios de la Nunciatura Apostólica, Santiago de Wit, comunicó al obispo, dos semanas antes, el día y la hora en que se haría público su nombramiento.

«Bajo estricta reserva»

Solo Salvador Giménez sabe aquel día lejano en el que el nuncio apostólico en España, el arzobispo italiano Renzo Fratini, que también desempeña las funciones de observador permanente de la Santa Sede ante la Organización Mundial del Turismo, le comunicó que sería el sucesor de Joan Piris en Lleida. Porque el 14 de julio el encargado de negocios de la Nunciatura en Madrid, Santiago de Wit Guzmán, comunicó -bajo secreto pontificio, según se observa de forma destacada en el oficio- al aún obispo de Menorca que «la noticia del nombramiento de VE como Obispo de Lleida se hará pública en Roma el martes 28 de julio de 2015, a las 12 horas». El escrito prosigue con esta advertencia: «Hasta este momento continuará bajo estricta reserva».

Lógicamente, el vicario general, Gerard Villalonga, y el resto de miembros del Colegio de Consultores de nuestra diócesis (los presbíteros Bosco Faner, decano, por haber sido ordenado hace más años; Jesús Llompart, Bosco Martí, Rafel Portella y Joan Miquel Sastre) fueron informados antes del 28 de julio, pero todos respetaron la «estricta reserva».

Salvador Giménez, hoy obispo electo de Lleida, tiene la potestad de administrador diocesano en Menorca hasta que tome posesión del nuevo cargo. Entonces la Isla pasará a situación de sede vacante. A partir del martes y hasta la toma de posesión en Lleida, Gerard Villalonga, que ha cesado en la facultad de vicario general, desempeñará las funciones de delegado para la generalidad de los asuntos. A mediados de septiembre, cuando se produzca la entrada del obispo Salvador en Lleida, sabremos si durante el periodo de sede vacante la diócesis de Severo será regida por un administrador apostólico -nombrado por la Santa Sede- o bien por un administrador diocesano. En este caso el nombramiento corresponde al Colegio de Consultores.

Diócesis de entrada

Menorca entrará, dentro de unos días, en la tercera etapa de sede vacante de este siglo. La primera, entre Francesc Xavier Ciuraneta y Joan

Piris (1999-2001) fue cubierta por Jesús Murgui, exobispo de Mallorca y hoy obispo de Orihuela-Alicante; y la segunda, entre Piris y Salvador Giménez (2008-09) contó con Giménez Valls, que era obispo auxiliar de Valencia, como administrador apostólico.

También fue administrador apostólico de Menorca el entonces obispo de Eivissa Manuel Ureña (1990-91), que cubrió el periodo entre la marcha de Antoni Deig al ser nombrado obispo de Solsona, y Francesc X. Ciuraneta.

La sede episcopal en Ciutadella se confirma, por tanto, como una diócesis, que en la jerga eclesial se denomina 'de entrada'. Un pequeño territorio que se configura como un espacio idóneo para que los nuevos obispos se estrenen y adquieran la experiencia necesaria que podrán aplicar después en otros destinos pastorales de mayor magnitud.

No es una situación óptima para los menorquines, que constatan cómo sus obispos se marchan tras aprender a manejarse en su complicado oficio. Menorca necesita hoy una nueva e intensa evangelización que solo puede emprender y desarrollar con eficacia un prelado de pontificado largo, de entre diez y veinte años.

Salvador Giménez, que presenta un fructífero balance de su gestión pastoral realizada durante siete años en nuestra Isla –primero como administrador apostólico, después como ordinario– tenía todas las cualidades para ser este obispo que marcase una época, como lo fueron el ibicenco Juan Torres Ribas y el mallorquín Bartomeu Pascual Marroig. Pero estas virtudes y cualidades son precisamente los motivos que se

lo llevan fuera de la isla.

PREGUNTAS DE LA SEMANA

¿El Protocol per als mitjans de comunicació inventado por el Ayuntamiento de Ciutadella será aplicado por otros municipios?

¿Quién ya se ha postulado para ser el candidato unitario al Senado de las formaciones de izquierdas de Menorca en las generales?

¿Cómo convenció la alcaldesa de Sant Lluís a José María Gay de Liébana para ejercer como pregonero en las fiestas patronales?

¿Formalizará Joan Huguet su alta como afiliado del PP-Ferreries para optar a ser candidato al Congreso de los Diputados?