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Otro curso que empieza cargado de expectativas e ilusiones. La evaluación final dirá si ha resultado todo lo positivo que esperábamos. Entonces recogeremos los valiosos frutos de la semilla plantada y del esforzado trabajo diario para que crezca y fructifique. Ojalá acabemos más sabios y mejor preparados que cuando empezamos, más cultos y felices, siendo mejores en conocimientos, destrezas y valores. La complicidad de padres, profesores y alumnos resultará imprescindible para llevar a cabo tan ardua tarea. Cada curso es único e irrepetible. Lo sé porque he vivido unos cuantos.

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Es un tiempo de cambios, encuentros, descubrimientos, sueños y frustraciones, que habrá que asimilar para seguir nuestro camino y superar lo que nos limita y aprisiona mentalmente. ¡Son tantas cosas! En tiempos de inseguridad creciente, la libertad acostumbra a ser la gran damnificada. No es coyuntura propicia para la empatía y el consenso.

Aumenta el riesgo del sálvese quien pueda, del radicalismo. Cuando es más necesario que nunca escuchar, comprender a otros, resolver conflictos de manera pacífica, constructiva, generosa, nos percatamos de que nunca sabremos lo suficiente y hay que seguir aprendiendo. Porque vivir es aprender y compartir. Saber y enseñar. Volver a empezar a partir de la experiencia acumulada. Mientras tanto, seguirán pasando cosas que nos plantearán diferentes retos y nos obligarán a responder, a escoger y a definirnos.