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Los sentimientos son respetables y se tienen o no se tienen. Puedes tenerlos tú solo o que mucha gente te acompañe en el sentimiento, pero no podemos vivir en un mundo únicamente sentimental. Y menos cuando hablamos de organización social, de política o del ejercicio del poder. La razón también se tiene o no se tiene. Se usa o no se usa. El uso de razón es característico de los adultos. La infancia es el reino de la fantasía; de deseos y temores reales o infundados; de poca tolerancia a la frustración y rabietas si no se consigue lo que se desea al instante. Se confunden los sueños con la realidad. Preferimos un sueño, cocido a fuego lento, a la cruda realidad.

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Kant utilizó una bella metáfora para referirse al debate entre racionalismo y empirismo. Decía que una paloma, harta de la resistencia del aire y el cansancio que el esfuerzo le causaba, se imaginó poder volar mejor en el vacío. Aunque no seamos filósofos, podemos quedarnos con esta imagen y aplicarla a un sinfín de situaciones. Lo vemos cada día en la educación, en la política, la economía... esa ley universal del mínimo esfuerzo mental, nos hace pensar como palomas idealistas. No aceptamos retos ni queremos sentir el poderoso roce del aire en nuestras acciones o propósitos. No queremos resistencia. Mejor volar sin aire. La paloma comodona consiguió su propósito y se pegó el gran batacazo. Sin afrontar la dura realidad, las alas no nos sirven y caemos en picado.