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Me mudé hace poco a una planta baja cerca del centro del pueblo. Haciendo la limpieza de una caseta que hay al fondo de un pequeño patio me encontré con una vieja caja de metal que contenía cartas manuscritas. Lo que hoy les traigo, queridos lectores, es la transcripción de dos de esas cartas. La primera de ellas decía:

«Querida Mari, te escribo esta carta con la esperanza de que llegue antes de Nochebuena. Y la escribo a mano porque me quiero sentir como el último mohicano de la era postal. Conociéndote seguro que ya estarás afinando las zambombas, colocando la bandeja de los polvorones, cortando el jamón, descorchando el cava. Ya te veo corriendo en la cocina de un lado al otro preparando con amor la cena de esa noche. No quiero ser el Grinch de las Navidades pero deberías ser sincera, Mari, la cena de esta noche te estresa mogollón, y lo sabes. Echaré de menos compartir chistes con el tío Tomás, discutir de política con la prima Andrea, cantar al sonido de la guitarra de Josep el vecino, disfrutar con las carreras por el pasillo de los hijos de Luisita. Saborear el postre casero de la tía Esmeralda, en definitiva compartir con vosotros el bucólico espíritu de la Navidad. Aquí tan lejos de Menorca echo de menos a ese grupo de gente entrañable, el calor de la chimenea y el precioso Belén. Feliz Navidad para todos. Tuyo Enrique».

Esta primera carta era bastante ñoña, así que seguí buscando. Fue extraño, pero encontré también la carta que escribió Mari como respuesta. Decía así:

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«Querido Enrique, tu carta me ha sorprendido, ¿dejan salir correspondencia desde el manicomio? Por cierto, la próxima vez manda un email, no hay quien entienda tu letra, he necesitado de la ayuda de un grafólogo y me han aumentado las dioptrías descifrándola. Quiero que sepas que lo único que me estresaba de esta noche era tu presencia, así que este año voy la mar de relajada. Siento decirte que hace muchos años que eres peor que el maldito Grinch de la Navidad, porque él es un personaje de ficción que intenta robarla y tu un auténtico descerebrado que la arruinaba. Mira que decir que echarás de menos los chistes con el tío Tomás cuando nunca lo has soportado, y siempre has dicho de él que te parece un mezcla entre lechuga y berenjena pero con menos gracia. Tú nunca discutiste de política con la prima Andrea, sencillamente la llamabas roja trasnochada y le cogías las gambas del plato. Josep, el vecino, estaba más que harto de que cada año le pidieras tocar 'Paquito el chocolatero' porque decías que era la canción española por excelencia, no se puede ser más casposo. En cuanto a los hijos de Luisita siempre dijiste que te parecían piojos con mocos… ahí no te faltaba razón. La tía Esmeralda nunca ha hecho postres caseros, lo traía de la pastelería del pueblo, pero tu, zalamero, la peloteabas esperando que te cayera algo de herencia. Por último, no sé si serán los efectos secundarios de los miles de gin-tonics que te has pimplado, o de los orfidales machacados que espolvoreaste encima de los polvorones el año pasado, pero nunca hemos tenido chimenea. Te dejo, que voy a disfrutar de una gran Navidad en mi Menorca paradisíaca. Nunca fui tuya, Mari.

Posdata: Las zambombas no se afinan».

Visto lo visto, parece que esto de la Navidad no deja de ser una cuestión de perspectiva. Hoy es la noche, pásenla, cada uno a su manera, lo mejor posible.

(El autor de este artículo no se hace responsable de las opiniones vertidas en el mismo, por si acaso).