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A cabo de regresar de un descanso de los de antes, sin teléfono, ni normal ni mucho menos inteligente, un 'turismo detox' (sí, leo que empieza a ser una tendencia firme en el sector de viajes) en mi caso obligado, por una total falta de cobertura. Resulta difícil, pero la angustia inicial de la desconexión se va transformando en tranquilidad, cuando te concentras en admirar el paisaje y no en fotografiarlo para compartirlo de inmediato en alguna red social. Ya habrá tiempo para ello en esos breves momentos en los que desde un bar o una cafetería consigues tu dosis de wifi, como un auténtico yonqui de internet.

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Nuestra necesidad de tecnología corre pareja muchas veces -y ahí me incluyo-, al desconocimiento sobre cómo funciona realmente esa gran red por la que circulan fotos, datos, claves, información que, pese a que las transacciones cada vez son más seguras, queda expuesta a los que la aprovechan para delinquir. Varios sucesos registrados recientemente en la Isla lo demuestran.

En un mes se han dado a conocer tres casos de estafas en las que, parapetados tras las identidades robadas a sus auténticos propietarios, les han vaciado de paso las cuentas. El fenómeno del phishing o robo de datos personales en internet no es nuevo pero en Menorca de un tiempo a esta parte aumentan las denuncias, y no es fácil para las fuerzas de seguridad desentrañar los hilos de esta madeja informática, seguir la pista del dinero. Hay que estar alerta sobre la protección de todo lo que colgamos en la red, pero también ante falsas ofertas de un empleo que reporta cifras con varios ceros sin moverse de casa, o de peticiones de préstamo de cuenta para ingresos de desconocidos, que nos convierta en cómplices de un delito. Los timos de antes toman ahora escala planetaria.