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Hace unos años el multimillonario empresario Jack Ma, fundador del grupo Alibaba, concedió una entrevista en la televisión ante miles de jóvenes chinos para relatar su historia de éxito. De origen humilde, aquel empresario carismático había pasado en unos pocos años de trabajar en un McDonald´s a convertirse en el hombre más rico de China. Los jóvenes presentes en el plató le miraban absorbidos por la fuerza de sus palabras. Veían en él a una especie de profeta que anunciaba la llegada del redentor. Jack Ma se dirigió hacia ellos con estas palabras: «No te preocupes. Cualquier equivocación es una ganancia. Es una ganancia maravillosa para ti. Antes de los veinte años, sé un buen estudiante. Trabaja un poco para obtener experiencia. Antes de los treinta, sigue a alguien al que admiras. Ve a una empresa pequeña. Es cierto que en las grandes empresas puedes aprender muchas cosas. Sin embargo, en realidad, solo eres parte de una gran maquinaria. Por el contrario, cuando vas a una empresa pequeña, aprendes la pasión, aprendes los sueños. Aprendes cómo hacer muchas cosas a la vez. La clave antes de cumplir treinta años no es tanto conseguir trabajo en una determinada empresa, sino más bien decidir a qué jefe quieres seguir. Es muy importante. Un buen jefe te enseñará muchas cosas. De los treinta a los cuarenta, tienes que pensar claramente si quieres trabajar para ti, si quieres emprender. Cuando te encuentras entre los cuarenta y los cincuenta, debes centrar todos tus esfuerzos en las cosas en que eres bueno. No trates de cambiar a otra área. Es demasiado tarde. Puedes tener éxito, pero el porcentaje de fracaso es demasiado elevado. Cuando te encuentras entre los cincuenta y los sesenta años de edad, debes trabajar para los jóvenes porque ellos pueden hacerlo mejor que tú. Apóyate en ellos, invierte en ellos, asegúrate de que tienen posibilidades para prosperar. Cuando tengas más de sesenta años, aprovecha el tiempo para ti… en la playa tomando el sol. Es muy tarde para cambiar. Éste es mi consejo para los jóvenes».

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A todos nos gustan la historias de éxito. Nos agrada saber que hay personas que, gracias a su trabajo, valentía e imaginación, han conseguido abrirse camino hacia lugares que, hasta ese momento, nadie se había planteado ni que existieran. Es posible que amemos estas historias personales de superación porque, en cierta medida, nos vemos reflejadas en ellas. Sentimos que también nosotros podemos alcanzar nuestros sueños. Sin embargo, ¿es cuestión de suerte? Las palabras de Jack Ma nos traen a la mente varias ideas. La primera de ellas es que el fracaso forma parte de nuestra vida. Es imposible salir airoso de todos nuestros proyectos, precisamente, porque en muchas ocasiones no estamos preparados para soportar el esfuerzo y sacrificio que implica llegar a alcanzarlos. La segunda idea es que debemos buscar el consejo de las personas que tienen capacidad para motivarnos hacia nuevos retos. No podemos caminar solos por el mundo. Los nuevos caminos –especialmente, cuando están en las fronteras del conocimiento- suelen estar oscuros y, por eso, debemos pedir prestadas algunas linternas a las personas que ya tienen más experiencia en la vida. La tercera idea es que debemos buscar (y encontrar) la pasión por lo que hacemos. En efecto, la pasión es el mejor combustible para rodar por las autopistas que llevan a los sueños. Hace falta compromiso y valentía para enfrentarnos a nuestras flaquezas. Gracias a la pasión, podemos superar los obstáculos que encontremos en el camino porque confiamos en el resultado final. Y, por último, debemos apoyar a los jóvenes pues, sin ellos, no tendremos futuro. Cuando alguien apuesta por una idea arriesgada de un grupo de jóvenes, es posible que pierda. Sin embargo, si nadie cree en ellos, podemos perder una maravillosa oportunidad para encontrar algo que mejore nuestro mundo.

Nuestra cultura ha asociado el éxito con el poder adquisitivo. Muchas de las personas que dan charlas en distintos foros cuentan una historia de superación que les ha conducido a ser millonarios. Baste observar los ejemplos de Bill Gates, Mark Zuckerberg o Jeff Bezos. Sin embargo, el éxito no se reduce a números. Algunos de los sueños que han impulsado la vida de muchas personas no han obtenido ninguna recompensa económica (no, al menos, en forma de cientos de millones), si bien han ayudado (y lo siguen haciendo) a que este mundo sea algo mejor. Por tal motivo, también debemos amar esas historia de éxito que, ocultas en la penumbra y alejadas de los focos, permiten que la esperanza todavía sea una palabra con significado en nuestro diccionario. Quizá sea el momento de recordar la palabras de San Francisco de Asís: «Empieza por hacer lo necesario, luego haz lo posible y, de pronto, estarás logrando lo imposible».