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Si aprendiésemos de los errores y la experiencia nos sirviese para evitarlos, no habría habido Segunda Guerra Mundial. Lo peliagudo de hacer caso a tipos como Nigel Farage, viene el día después. No se aprecian tanto las cosas como cuando se pierden, y ahora que ya no hay vuelta atrás, algunos empezarán a informarse sobre las consecuencias de abandonar la Unión Europea. Para Europa, la salida del Reino Unido es una pérdida irreparable (no solo en lo económico), pero vivir de forma irresponsable produce monstruos con los que tendremos que convivir mucho tiempo.

Todos pagaremos a escote la fiesta organizada por el populismo, la xenofobia y la ultraderecha. También los yihadistas celebran que su estrategia del miedo está funcionando y nos debilita colectivamente... vamos a poner fronteras para que no entre ningún terrorista.

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Los independentistas se alegran de que otras separaciones sean posibles. La construcción europea solo tiene dos opciones: hacia adelante o hacia atrás. Tras repetir las elecciones en España, los partidos se resisten a pactar entre ellos para aportar un poco de estabilidad y confianza en el futuro. Resulta algo patético.

Ante la inseguridad y la rabia que van a extenderse como una epidemia por una sociedad dividida, acudirán como moscas vendedores de todo tipo de soluciones milagrosas. Y estaremos tan desesperados e indefensos ante sus tentadoras ofertas, que a lo mejor se las compraremos.