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Hace muchos años, visitando Mallorca, acudí con mi novia a una playa maravillosa, creo que era Sa Calobra, pero no estoy seguro. El caso es que apenas vimos el percal en el aparcamiento nos mosqueamos: autocares, vendedores de refrescos y helados, de objetos tan horteras como inútiles, etc. Idéntica sensación que la que se puede tener en la estación de Atocha. Nuestra primera idea fue salir pitando de allí, pero nos daba rabia irnos sin ver aquella maravilla que prometían las guías, máxime tras haber recorrido en coche unos cuantos kilómetros de incómodas curvas. Nos sumergimos pues en la marea humana que desfilaba hacia el santo lugar. A medida que el sendero se estrechaba (creo recordar que se pasaba por un desfiladero), la fila de idiotas (de la que ahora formábamos parte) iba amontonándose y acortando el paso. Ahora éramos hormigas. Mi novia y yo nos miramos y rompimos a reír. Ya era tarde para salir de aquella trampa, no se podía ir contracorriente.

Al llegar a la playa ni siquiera nos acercamos a verla. Resultaba perfectamente absurda aquella manada de seres que fotografiaba compulsivamente mientras caminaban hacinados. Una pesadilla que conseguimos acortar con una precisa y decidida maniobra de fuga por un hueco del desfiladero por el que huían unos pocos y desilusionados porteadores de inútiles gadgets playeros.

Cala Turqueta, Macarella, etc. empiezan a parecerse a esa pesadilla que viví con mi novia. Nosotros nos reímos mucho en aquella lejana ocasión: posiblemente habíamos fumado hierba. A palo seco la cosa no tiene ni puñetera gracia. Un paraíso destruido por su propio éxito.

Llevo decenios escuchando que Menorca debe apostar por el turismo de calidad. Sin embargo la tozuda realidad es que se sigue facilitando la entrada multitudinaria de turismo de batalla, pulsera en ristre mientras se boicotean proyectos premium. ¿Tiene esto sentido?

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Autoridad Portuaria ha encargado a Nearco un estudio para elaborar un Plan de Acción para el puerto de Mahón. Ignoro cuánto costará el estudio. Apuesto a que más de los cien mil pavos que prefirieron ahorrarse con la regata que no se celebró en mayo. Espero en todo caso que las conclusiones del informe no aconsejen llenar el puerto de hormigas zombis pululando por aquí y por allá sin gastar un céntimo y que recomienden en cambio promocionar regatas, que tanto dinero reparten mientras visten los muelles con uniforme de gala.

Puestos a soñar me encantaría que el informe aconsejara que saquen del entorno de la terraza de mi restaurante las piezas de basurero que han tenido la amabilidad de adjudicarme. Toda vez que he comprobado que en algún otro punto del puerto han vaciado de contenido los maravillosos habitáculos de madera que pretenden disimular los desechos, albergo la esperanza de resultar yo también agraciado con dicho trato; en mi caso (a ser posible) me gustaría que me liberaran no solo del contenido, sino que incluyeran generosamente en el lote el continente de maderas nobles (por tal las tengo, dado el precio que al parecer nos costaron).

También espero (tengo más moral que el Alcoyano) que se pase de los discursos, los foros y todas esas vainas a los hechos.

Este puerto tiene una pinta excelente. Molaría hacer con él algo más inteligente de lo hecho hasta ahora (obviando el breve lapso en el que el equipo de Agueda Reynés movió algunas fichas con acierto, acumulamos décadas de incompetencia y desidia total); algo como lo propuesto por un catedrático de la Universidad de Barcelona, y que según me ha contado mi amiga Charo (que asistió a una de sus conferencias en el Club Marítimo) abogaba por los pequeños cruceros (frente a los mega cruceros, que aportan dinero a Autoridad Portuaria, pero no queda claro si a otros colectivos); recuperación de las islas del puerto (Pinto, El Rei, Lazareto..) para actividades culturales, centro de investigación para temas del mar, con sus congresos etc que atraigan gentes y eventos con valor añadido.

Todo, en fin, menos convertir el puerto y el resto de nuestro hábitat en un hormiguero en constante pesadilla de confusión, ruido y mediocridad rampante.