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Me mantengo agazapado, casi escondido, bajo el árbol centenario en un domingo especialmente canicular, y no lo abandono más que para remojarme de vez en cuando, y en el fosquet gozar de la tramontanella emergente en los muelles del puerto, siempre en mi paisaje ancestral, frente a S'Illa del Rei esa obra rediviva gracias al impagable empuje de Luis Alejandre y sus pundonorosos muchachos. Allí, con el tiempo detenido, el legendario hospital iluminado y la luz de la luna rielando sobre la Plana de Cala Figuera, trato de racionalizar la realidad circundante sin perecer en el intento, en busca de otra luz, vana ilusión…

Pero solo encuentro paz intelectual recogido bajo el bisbiseo de las hojas del árbol que me acoge desde hace casi cuarenta años, fraguada por una lectura placentera (releyendo «Sàpiens», una breve historia de la humanidad, por ejemplo), o en una charla dominguera en barco madridista pero amigo, fondeados en algún rincón de la costa norte menorquina, o en un Ep aquí en la vorera del puerto, ¡ay!, ese puerto objeto de foros y dictámenes sin fin que no lo sacan de su profunda depresión, sin saber qué quiere ser de mayor mientras se le pudren las entretelas (una aproximación marítima al Fonduco es desoladora, y el futuro de la Solana tampoco augura nada bueno)…

¿La realidad que nos circunda? ¿De cuál hablamos?... ¿Del empantanamiento político español?, ¿del paso de Atila por los ordenadores del PP?, ¿de ese esquilmado fondo de pensiones?, ¿del brexit y del cataexit?, ¿de la terrible oleada terrorista que asuela Europa?, ¿del pirómano Trump y sus reales posibilidades de acceder a la presidencia del país aún más poderoso de la tierra?... ¿Del autogolpe de Erdogan y sus más que previstas purgas?, o, como pretende Rajoy, lo hagamos solo de cifras macroeconómicas y de ese paro feliz aunque precariamente menguante… Veamos:

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a) Sobre el empantanamiento político español: los socialistas deberían abstenerse, sí, pero Rajoy podría a su vez quitarse de en medio, dejando paso a algún compañero de partido solvente e incontaminado por la corrupción. Como pudo en su momento Iglesias haber facilitado un gobierno PSOE-C's. Con mente abierta y auténtica voluntad de servicio podrían haber sucedido y aún suceder muchas cosas pero nadie quiere aparecer como perdedor. Todo muy pedestre, gallináceo, y las culpas, repartidas.

b) La oleada terrorista en Europa: Es fácil decirlo pero nada fácil cumplimentarlo: que no cunda el pánico. Porque… ¿Quién no va a mirar con inquietud cualquier movimiento anómalo en aeropuertos, estaciones, parques, calles? La sociedad del riesgo lo es más que nunca, una auténtica prueba para la firme templanza de las instituciones europeas. Y una idea que me gusta: sin dejar de informar, no publicar ninguna fotografía de los asesinos que quieren dejar su estela en un mundo dominado por el pavoneo en las redes sociales.

c) Un drama planetario llamado Donald Trump: Un sociópata iletrado, insultador compulsivo convertido en gurú de la cofradía de los solucionadores contundentes, sin complejos. Un auténtico pirómano en un mundo donde se multiplican los incendios provocados por idiotas que postulan, puño en ristre, soluciones fáciles para problemas complejos, alentados por hordas de descerebrados y escribidores graciosillos autoerigidos en campeones de la libertad (¡Libertad, libertad, cuántas imposturas se perpetran en tu nombre!).

Y para colmo las susceptibilidades se multiplican y le van comiendo el terreno a la ironía y al humor que no son exactamente lo mismo pero tiene un tronco común: ambas buscan un higiénico y clarificador distanciamiento. Un día es mi jardinero que me cuenta que tras tildarle irónicamente en mi dietario de «verdugo de árboles» en un día de poda, le llamaron amigos indignados por el insulto. Hoy es la mallorquina Llucia Ramis quien tras escribir en clave de humor un divertido artículo en «La Vanguardia», es fustigada en «Es Diari» «por falta de respeto a los menorquines». Menos mal que mi atento amigo José Luis Portella de Ocimax me envía el poster de la nueva película del incombustible Woody Allen, «Café Society»…