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Lo que está en juego esta semana ya no es la continuidad de Pedro Sánchez, abandonado a su suerte y con las horas contadas en la secretaría general del PSOE, sino la propia supervivencia del Partido Socialista.

La guerra sin cuartel en el seno de una formación política que debería ser alternativa de gobierno y contar un liderazgo sólido, se acentuará en las próximas horas, a medida que se aproxime el comité federal que rechazará la estrategia de Sánchez y su huida hacia ninguna parte. Entonces habrá gestora.

El PSOE se desangra por su propia incapacidad para ponerse de acuerdo sobre cuál es la respuesta acertada a la formación del próximo Gobierno y cómo evitar unas terceras elecciones generales.

El PP ha trasladado toda la presión política sobre un Pedro Sánchez enrocado y asediado por quienes parasitan fondos públicos: Susana Díaz desde Andalucía, Fernández Vara desde Extremadura y García-Page desde Castilla-La Mancha, donde Podemos ha roto el pacto de gobierno.

Incluso se declara en rebeldía el valenciano Ximo Puig, a pesar del acuerdo para gobernar con Compromís y Podemos.

Francina Armengol, valedora de Sánchez, constata que su estrategia es la perdedora y que el tercer Govern del Pacte se tambalea.

La presidenta de Balears ve las orejas al lobo, tras reclamar Podemos-Balears un 'golpe de timón', desmarcarse de la actuación de la consellera Pilar Costa por la retirada de la acusación contra Jaume Matas, y advertir que 'todo está en el aire'.

El cainismo y las luchas intestinas en el PSOE vienen de lejos.

Al final de la Segunda República, Indalecio Prieto fue neutralizado por el radical Largo Caballero que impidió la entrada de los socialistas en el Gobierno, tal como pedían Azaña y Prieto. Ahora el PSOE vuelve a estar fracturado en una trifulca interna que deja perdedores y cadáveres políticos.