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Tendremos que subir a Monte Toro buscando altura de miras. El panorama es desolador, con un partido en estado crítico, un liderazgo nefasto, un ambiente crispado y radicalizado, un pueblo cansado de tanto votar... para nada.

Negros nubarrones, vientos de ruptura, miradas glaciares, pulsión totalitaria… la división larvada eclosiona y la polarización se manifiesta abruptamente ante la opinión pública. Nada bueno pueden traer las rencillas entre compañeros y compañeras, salvo para el nuevo partido de diseño bolivariano cuya estrategia es ir engullendo a los competidores y monopolizar las marcas izquierda y progresista. Las alianzas con los populistas han resultado una trampa mortal para el PSOE, difuminando su identidad y mermando sus resultados electorales. Para salvarse tiene que huir del sectarismo, la intolerancia y la negación del adversario.

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Las cosas acabarán perdiendo su dramatismo como esas ruinas que encontramos mientras paseamos por el campo, rodeadas de paz y de sosiego, sepultadas por el efecto implacable del tiempo, la maleza y el olvido.

Ahora es urgente coser las heridas, recuperar el rumbo, ser útiles y constructivos para volver a ilusionar a los escaldados votantes… Mientras la cúpula de Podemos imparte un máster en la Universidad Complutense de Madrid sobre «política mediática», conviene que los socialistas vuelvan a la política de la realidad y la moderación si quieren tener opciones de futuro.