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VIERNES, 7
Reaparece un tímido sol que me hace concebir esperanzas de una prolongación del octubre veraniego que aligere la insoportable pesantez de un invierno largo y ventoso. También pespuntea algo de seny al renunciar Rajoy al descabello socialista que supondría ir a unas terceras elecciones que, según todas las encuestas, le favorecerían y enterrarían al partido del viejo Pablo Iglesias. Tras un amago de exigir condiciones, parece imponerse la responsabilidad y no el ajuste de cuentas en las cúpulas de los dos partidos mayoritarios, mientras el populismo de izquierdas, siempre al quite, amaga con dinamitar varios gobiernos regionales en una peculiar interpretación del sentido de la responsabilidad…

Es terrible tener que resignarse a un nuevo gobierno de Rajoy que va en camino de desbancar a Zapatero como el peor presidente de la democracia, contaminado como está de corrupción hasta las cejas y catatónico ante las grandes cuestiones políticas. El denostado Zapatero, otra calamidad, por lo menos dejó indiscutibles avances sociales y una televisión pública independiente y plural... Pero la democracia no es más que la gestión de la complejidad creciente mediante la búsqueda del mal menor y está claro que aquí y ahora lo más catastrófico sería repetir elecciones.

Otro rayo de sol que se abre camino entre los cielos otoñales es la inmediata puesta en vigor del acuerdo de París sobre un cambio climático que solo discuten lunáticos y cínicos como Donald Trump que es ambas cosas a la vez. Ahora parece ir en serio y buena parte del éxito se lo debemos al empeño del presidente Obama… Aquí y ahora, el mal menor es Hillary Clinton.

2 SÁBADO, 8
Hablando de Trump, lo segundo que leo tras el desayuno (lo primero de toda la vida es «Es Diari») me deja traspuesto, que diría Forges. Según Marty Baron, el siempre prudente y sensato director del «Washington Post», las seis primeras medidas de un Trump presidente serían: Instaurar el estado de excepción en EEUU, declarar la guerra al ISIS, construir el muro en la frontera mexicana, romper los acuerdos con Irán, amenazar de nuevo con la guerra nuclear y, ¡cómo no!, abolir la reforma sanitaria de Obama. ¡Socorro!

La inestabilidad del tiempo nos disuade del baño y nos lleva a la ciudad, donde un cuentacuentos en Espai 14 cubre las expectativas de Inés. Melancolía del verano que se va. En Sa Pescateria me preguntan por el caso del vídeo pornográfico del jugador ciutadallenc del Eibar, Sergi Enrich. Nada que oponer a cualquier práctica sexual acordada entre mayores de edad. Repulsa máxima por una grabación no consentida y aireada a mayor honor y gloria del exhibicionismo rampante que se ha enseñoreado de las redes. Los avances, tecnológicos o científicos, pueden convertirse en armas de destrucción masiva en manos de descerebrados. Lo estamos viendo todos los días… Se me atraganta el albariño.

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2 DOMINGO, 9
La prensa es monocorde: Trump, Trump, Trump… ¡Señor, señor, que pase de nosotros este cáliz!

Mejor hablar de la salsa mahonesa, que al decir de David Baret en las páginas salmón de «Es Diari» aspira a convertirse en la mejor mahonesa artesana del mundo gracias a un proyecto de gran envergadura del crítico gastronómico madrileño Borja Beneyto. Sustanciosa inversión, creación de treinta o cuarenta puestos de trabajo, en suma una poderosa inyección reconstituyente para el maltrecho sector primario de la Isla. Que no quede en agua de borrajas aunque en Ponent tengan que llamarla mayonnaise o alioli de Llevant…

2 MIÉRCOLES, 12
Fiesta nacional. De la raza la llamaban antes. Conflicto de identidades. Juras de bandera cívico-militares, ausencia de autoridades, Piqué… ¿debo meterme en semejante jardín, un auténtico florido pensil o me limito a divagar melancólicamente sobre el verano que parece definitivamente en fuga?...

Javier Fernández, presidente de la gestora socialista decía el domingo en «El País» que la nación es un sentimiento y el Estado, un instrumento por el que se reconocen derechos y obligaciones, y que al menos aspiraba a que un nacionalista catalán, aunque no se sienta nunca integrante de la nación española, sí se sienta ciudadano del Estado español…

Está bien traído, me gustaría llegar a ver algún día una Cataluña confortablemente integrada en una España capaz de reconocer, más que de forma retórica, su plurinacionalidad. Quizá una especie de commomwealth celtibérica, incluso con Portugal... Siempre sería un mal menor a la alternativa de una secesión a las bravas o a una incesante catarata de resoluciones y sanciones judiciales.