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Hace poco la academia sueca decidió distinguir al cantautor Bob Dylan con el premio Nobel de literatura, y se armó algo de revuelo. Muchos decían que había gran cantidad de escritores con méritos suficientes para merecer el premio, y que Bob Dylan era más bien un músico. Luego la academia llegó a desistir de encontrarle para comunicarle el veredicto personalmente, porque Bob Dylan parecía esconderse debajo de las piedras.

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Seguramente no había buscado armar tanta polémica, o a lo mejor la polémica la armaba escondiéndose del Nobel. Lo más seguro es que estuviera madurando una nueva letra para Blowing in the wind: «¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que un académico encuentre a un Nobel? La respuesta está en el viento». La verdad es que a primera vista me extrañó que el Nobel de literatura recayera en un cantautor, aunque tal vez se trate del cantautor por excelencia. Recordé lo que me dijo mi amigo Francesc Olona cuando éramos estudiantes de literatura. Me dijo: «Si Cervantes hubiera vivido en nuestra época, no le habrían dado el Nobel». Recordé también los comentarios de Ricard Salvat cuando ejercía de profesor de literatura catalana en la universidad, recalcando que nunca había recaído un premio Nobel en un escritor catalán. Y puestos a recordar rememoré lo que decían nuestros mayores cuando sonaban las primeras canciones de Bob Dylan, Like a Rolling Stone, Mr. Tambourine Man, The times they are a changin' y tantas otras. Decían que más que cantar gemía acompañándose a la guitarra, que aquello no era música ni nada que se le pareciese, y de las letras no decían nada porque nadie las entendía. Sin embargo pronto llegó a cantarse en misa La resposta està en el vent, y años más tarde ha llegado el Nobel. Todo llega y todo pasa, pero lo nuestro es pasar. Por cierto, cuando nuestros padres seguían vituperando las canciones de Dylan y de los Beatles, sonó en la radio una versión de Yesterday adaptada para orquesta y dijeron: «¿Ves? ¡Esto sí que es música!» Pues ya lo saben: ¡Esto sí que es Nobel!

Sé que yo nunca recibiré el Nobel, y no porque escriba como Cervantes, que ya me gustaría, sino porque mis libros están escritos en catalán, lengua que se traduce muy de tarde en tarde y siguiendo criterios complejos. Pero es que mi catalán es el catalán de Menorca, que aún es más difícil de traducir, pero que es una lengua preciosa. Ya capto el mensaje, debería tomar unas cuantas lecciones de guitarra, cantar en inglés y ponerme a la cola.