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Sería allá, por el año 2002, época en que visitaba con asiduidad el Archivo de Mahón recabando datos para el libro "EL Jabeque Beltrán de Lis. En memoria de tiempos pasados. Cien años de marinos mahoneses", cuando el entonces director del citado centro, Francisco Sánchez Nistal, me mostró un documento del año 1769, en el que se hablaba de un tal Bartolomé Cardona que, parece ser, había sido maestro de náutica del sultán de Marruecos. Como quiera que no se podía fotocopiar el documento, cosa con la que estoy de acuerdo y, por entonces, no tenía cámara para fotografiarlo, lo leí y copié el primer párrafo.

¿Quién era este Bartolomé Cardona, cómo llegó a Marruecos y por qué fue maestro del sultán? Por entonces escribí un relato de ficción, inspirado en ello, que titulé "La cueva del esqueleto" y me propuse, en otro momento, investigar la verdadera historia. Otros asuntos acapararon mi atención pero, como me gusta conocer las verdaderas historias, y lo más ampliamente posible, años después, concretamente en 2011, retomé el tema. Volví al Archivo de Mahón y, según una nota que entonces redacté, se buscó en la Colección Vives Campomar, en el nº 104, y no se halló, era evidente que no se buscaba en el lugar en que se hallaba. Entonces me dirigí por correo electrónico al Archivo de Simancas y como no tenían constancia de tal y me aconsejaron que preguntara en el Archivo General de La Marina, Viso del Marqués. Escribí a este archivo y obtuve el mismo resultado. Luego supe, por María Baudot Monroy, que en este último archivo los documentos que guardaban eran de fecha posterior a 1783. Otra vez lo aparqué.

Al releer, a principio del verano de 2016, el relato "La cueva del esqueleto", retomé otra vez el tema, preguntando de nuevo en el Archivo de Mahón e interesándome por la fecha en que la colección Vives Campomar fue cedida al Archivo, coincidiendo aproximadamente con la primera vez que tuve noticia de ello. ¿Qué hacía aquel documento en la citada colección y cómo llegó a ella, si es que estaba allí? Mientras tanto me puse a estudiar la época y, en concreto, la figura del sultán Mohamed III, contemporáneo, y hallé la lucha que entabló para recuperar Ceuta y Melilla y el tratado de paz que se firmó al no poder conseguir las ciudades. Un artículo en "El Faro" de Ceuta, titulado "Tratado hispano-marroquí de 1767", firmado por Francisco Olivenza Ruiz, me llamó la atención. Leído el apartado, me fijé que sirvió de intérprete del tratado un soldado español, ceutí, de nombre Francisco Pacheco, que se hallaba cautivo en Tetuán desde hacía años y sabía las dos lenguas, el castellano y el árabe, y que después del tratado fue liberado. Me puse en contacto con "El Faro" y les dí mi teléfono por si podía hablar con el articulista, abogado de profesión y miembro del Instituto de Estudios Ceutíes. Persona muy atenta, estaba de vacaciones y me llamó el mismo día, interesándose por el tema; mantuvimos tres conversaciones. Me dijo que el artículo no era suyo, él solo lo había divulgado, se lo había enviado una señora que le dijo ser pariente de un vizconde del que no recordaba en aquel momento el nombre. Investigué y comprobé que se trataba del vizconde de Campogrande que, con seudónimo, lo había escrito en 1890. Otro vizconde, que lo fuera por rehabilitación de un antepasado, fue Ramón José de Hevia, pariente de dicha señora, cuyo fondo documental que contenía este artículo, hallado en 2002 en el palacio familiar, fue donado. Por otro lado, el Sr. Olivenza, me recomendó leyera "Le Maroc d´auyourd´hui, hier, et demain", del autor Arthur de Gannirs.

Mientras tanto, en el Archivo de Mahón se intentaba localizar, con buena voluntad y los medios actuales a su alcance, el documento. Soy consciente de que hay otras cosas más importantes, como son la Sanidad, Enseñanza, Dependencia y Asuntos Sociales pero, cuando sea posible, deberían dedicar un poco más de presupuesto para Archivos y poder contar con más personal en el mismo.

Por otro lado había contactado con Antoni Tudurí Miquel que buscó, junto a Antonio Guasch Bosch, a petición mía, cuántos Bartolomé Cardona habían nacido en la primera mitad del siglo XVIII y encontraron, entre Mahón y Es Castell, 12, uno de los cuales, nacido en 1720, casado, que solo tuvo hijo y que no constaba en el registro de defunción, era el que tenía más posibilidades, siempre y cuando el que buscaba hubiese nacido por aquí (gracias a los dos).

Por otro lado, el 10 de agosto envié correo al Instituto de Estudios Ceutíes, recibiendo respuesta el 24 del mismo mes. En ella, y por mediación de uno de sus miembros, me remitía a una investigadora marroquí, de nombre Leila Maziane y aconsejaba leyera las obras de Ramón Lourido Díaz.

Por mi parte había leído lo relativo al viaje a Marruecos de un médico del Protomedicato, de nombre José Antonio Coll que, con Francisco Padró, cabo de compañía de los reales, realizó el viaje, a petición del sultán, en 1800, pues el Sultán de entonces y su familia se hallaban contagiados de la peste y, parece ser, fueron sanados. También leí la historia de Theodore Cournut, matemático y topógrafo francés, que trabajó para Inglaterra y luego para el sultán de Marruecos diseñando una ciudad.

Los marroquíes comerciaban con los ingleses, los franceses, a veces los venecianos, y también con los españoles, en especial curtidos, cordobanes, cera, azafrán, goma arábiga, tejidos de algodón y, en algunos casos, cobre, lana y, con los españoles además, cereales y ganado; e importaban lana, utilizando a los comerciantes como cónsules y vicecónsules. De todo ello saqué algunas conclusiones. No era lo mismo a principios de 1700, cuando las relaciones eran a través de cónsules y vicecónsules, o frailes que rescataban cautivos que, en 1800, en que había relaciones diplomáticas a través de embajadores aunque estos no eran fijos sino comisionados para casos concretos. En la primera época pocos sabían las dos lenguas y se valían de esclavos.

¿Cómo llegó Bartolomé Cardona a Marruecos? ¿Fue hecho cautivo, o llamado por el sultán? Debió ser entre 1750 a 1760, en tiempos de la primera dominación inglesa o en el de la francesa. Lo cierto es que si hubiese sido hecho cautivo, lo habían liberado porque, en 1769, ya no estaba allí y había servido de correo de José Piña, para las altas esferas españolas. También debía saber lengua árabe.

Siguiendo mis lecturas les llegó el turno a las biografías de José Antonio Gaztañeta, Jorge Juan Santacilia (existe un libro de Nuria Valverde, titulado "Un mundo en equilibrio"), de Gutiérrez de Hevia y, sobre todo, del baylio Julián de Arriaga, todas ellas interesantísimas, empezando por la última citada. De Julián Arriaga y Rivera, he de decir que recibió en su vida multitud de cartas por lo que, quizás, sea difícil dar con la que me ocupa, en los Archivos Nacionales. Es interesante leer el trabajo de María Baudoy Monroy, titulado "Julián Arriaga y Rivera, una vida al servicio de la Marina". Más de 600 páginas.

El día 29 de agosto, en vistas que no aparecía el documento, en el Archivo de Mahón, envié un correo al Archivo Histórico Nacional de España. Por la tarde recibí, del departamento de Referencia, la petición de Esperanza Adrados Vila de mis datos para que se pudiera iniciar la búsqueda en el Archivo Histórico. Al mismo tiempo había enviado otro a Leila Maziane. Sí, Leila, una profesora marroquí, investigadora, que había escrito varios libros, entre ellos uno sobre los corsarios marroquíes y el siglo XVIII.

Hacía tiempo que se sabía que La Tierra era una esfera, e Isaac Newton, en el siglo XVII, predijo que estaba achatada por los polos; algo de ello también habían intuido los griegos. Estudiado, entre otros, por Jaques Cassin a principios del XVIII, faltaba demostrarlo. Para ello salió una expedición francesa, organizada por la Real Academia de Ciencias de París, a la orden de Pierre Maupertuis, con Louís Godín a la que se sumaron los españoles Jorge Juan Santacilia y Antonio Ulloa, acompañando a los académicos franceses. Jorge Juan se encargaría de la Astronomía y las Matemáticas. La expedición científica intentaría medir el arco de meridiano terrestre. Interesante expedición cuyo periplo duró 9 años. El estudio fue confirmado por La Condamine y Bourger, también participantes en la misma. Hasta entonces se dominaba la latitud, pero faltaba calcular la longitud. Luego se pasaría al papel y se difundiría. Pero no se trataba solo de demostrarlo sino saber cómo se podía medir.

Por entonces, Gibraltar y Menorca eran inglesas.

En Cádiz se había creado, en 1688, en base a una escuela de los jesuitas que en el siglo XVII había incluido en sus estudios las Matemáticas, asignatura de Ciencias, una escuela de Náutica. En 1713, siendo ministro de Marina José Patiño, quedó constituida oficialmente una Escuela Naval de España, en Cádiz, donde iban a estudiar todos aquellos que deseaban ser pilotos reglados (antes se aprendía con la práctica, subiendo a bordo de un navío a los doce años) y que nutría a los barcos de capitanes para hacer las "carreras", o rutas, de las Américas y el Pacífico, y marinos para la guerra pues los barcos españoles continuamente eran acosados por los de los ingleses y se necesitaban buenos marinos de guerra. José Patiño también hizo construir atarazanas.

Por otro lado, cada vez se estaban construyendo más barcos, principalmente en La Habana, donde había árboles de buena madera, muy altos, necesarios para los mástiles de los buques; también en Cartagena, Guarnizo (Cantabria) donde antes había habido careneros y atarazanas, Cádiz y El Ferrol. Por aquel entonces se empleaba el método español de Gaztañeta, marino, militar e ingeniero naval vasco, que había empezado a navegar a los doce años con su padre, y después del francés de Gautier, defendido este último por Julián Arriaga, en contra del método inglés que apoyaba Jorge Juan Santacilia, el cual había sido comisionado a Inglaterra para, entre otras cosas, espiar las técnicas e innovaciones de la ingeniería naval inglesa. Ambos eran rivales, contrapuestos y tal vez adversarios ("Jorge Juan y Julián Arriaga una relación difícil" de María Baudot). Jorge Juan intentó implantar un nuevo método español, basado en el inglés pero, al final, se siguió con el francés. Por entonces no existía escuela de ingeniería marina que se creó el 10 de octubre de 1770, dirigida por el francés Francisco Gautier, siendo José Romero el primer ingeniero naval salido de una escuela aunque otros, como Jorge Juan, eran considerados como tales.

Hoy en día existen mujeres ingenieras navales, como Pilar Tejo.

Pero volvamos al documento que nos ocupa. El documento era una carta escrita por D. José Piña y decía así:

"Exmo Sr, Muy señor mío, y mi dueño. Otra carta escribí a V.E. por conducto del maestro Bartolomé Cardona, maestro que ha sido del Emperador de Marruecos, la cual contenía avisar a V. E. del hallazgo que tengo hecho de los grados de longitud o apartamiento* de meridiano…" La carta iba dirigida al baylio Fray Julián de Arriaga que, por aquel entonces, parece ser era Teniente General de la Real Armada y Secretario de Estado y del Despacho de Marina de Indias y, según nota al margen, el original se hallaba en un archivo junto a unos memoriales.

¿Quién era José Piña, que relación mantenía con Bartolomé Cardona y con Julián Arriaga y que papel tenía en todo esto? El hallazgo no lo hizo él, a no ser que se refiriera a que se había enterado por terceros o fuera tripulante de la expedición en la que participara Jorge Juan. Tal vez Arriaga, metido en otros asuntos en América no se hubiera aún enterado. Parece ser que la primera carta que envió Piña, no llego, o Arriaga no la contestó. Si no llegó ¿fue porque Cardona no se la entregó o porque le sucedió algo que le impidió hacerlo? También pudiera ser que se refiriera a una longitud concreta, de un lugar determinado o a la forma de medir y que no la hubieran querido contestar por otros motivos.

Aunque todo este problema subyacía en el fondo, volvamos a Bartolomé Cardona. Si era mahonés y no fue hecho cautivo, mi segunda hipótesis de trabajo era que pudo llegar a Gibraltar y es posible que, desde Gibraltar, comerciara con Marruecos y hubiera aprendido el idioma, y en cualquier momento el sultán hubiese solicitado un marino experto que les pusiera al corriente de los descubrimientos náuticos y de construcción naval (los marroquíes utilizaban cárabos y una especie de galeotas y empezaban a construir barcos más grandes, coincidiendo con la época en que, Mohamed III hizo construir las atarazanas de Larache) yendo, por lo tanto, a petición del sultán, regresando, más tarde a España, en época de la dominación francesa de Menorca, quedándose por Cádiz y sirviendo de correo. Digo segunda hipótesis. La primera es que fue cautivado y hecho esclavo y los esclavos con conocimientos eran tenidos cerca del sultán, como Juan Leonardo, un cautivo catalán, maestro armero.

No sé si llegaré a lograr esclarecerlo. Primero hay que localizar el documento pero, he de decir que aunque lo básico todavía no lo he hallado, el recorrido realizado hasta ahora ha sido muy provechoso y solo por ello ya valía el esfuerzo.

De nuevo, puesta en contacto con el Archivo Nacional para saber en que punto se hallaba mi petición y también con Leila. Recibí, primero, respuesta de Leila que me preguntaba en que podía ser útil y luego del Archivo Nacional diciendo que mi petición se hallaba a la espera de su turno.

Mientras, de cada vez encuentro más rara la carta de José Piña y sería necesario encontrarla y leerla entera.

El tema de la longitud, un tema importante, ya se estudiaba desde Eratóstenes, s III a. C. teniendo conciencia de la latitud y longitud. Hiparco de Nicea, s. II a. C. utilizó este sistema para localizar lugares. Luís XIV de Francia fundó la Academia de Ciencias de Francia en 1666. El Gobierno Británico estableció en 1714 la Junta de Longitud anunciando recompensas para descubrir un método para el cálculo de la longitud. Ya Felipe II, había ofrecido en 1567 un premio por el descubrimiento y, su hijo, en 1598, lo aumentó. Todos los países con grandes armadas, e interesados en las navegaciones oceánicas, instituyeron premios, y muchos fueron los que idearon fórmulas para su cálculo, entre ellos, Américo Vespucio, Johannes Wermer, Rabbi Zacuto, Galileo, Edmund Halley, Tobías Mayer etc.

José Piña hablaba del hallazgo que tenía hecho de "los grados de longitud o apartamiento de meridiano…" aquí concluyen los datos tomados de la carta y, leyendo detenidamente, parece que quiera decir, no como había que tomarla, sino que pudiera referirse a una longitud determinada (no se sabe a cuál se refiere), por lo que hay que encontrar la carta, carta que no era la primera que enviaba, como indica, y ¿es posible que la primera no se atendiera por el hecho de haberla enviado un judío?

Como ya he dicho anteriormente, en principio, los marinos aprendían el oficio empezando a navegar a temprana edad (12 años). En el siglo XVI, en Cádiz, los jesuitas añadieron la asignatura de Matemáticas en los estudios y en 1688 estudios de náutica y luego de ingeniería naval y así quedó constituida la escuela naval en la que se enseñaban las carreras, o rutas marítimas. Juan Ferrer Franch, natural del Arrabal de San Felipe de Menorca, fue uno de los primeros menorquines que acudió a esta escuela obteniendo el título de piloto en 1777. Más tarde puso una tienda donde se confeccionaban y vendían cartas de navegación. Al poco tiempo fue fundada una escuela náutica en Mahón que más tarde devino a ser el primer Instituto de Enseñanza Media de Menorca.

Pero los sucesos que nos ocupan eran anteriores a estos hechos en Menorca. La carta de José Piña lleva fecha de 1769 y dice que Bartolomé Cardona había sido maestro del sultán de Marruecos, por lo tanto, antes de esta fecha.

El lunes, 27 de septiembre de 2016, recibí atenta respuesta de María Baudot y de Leila Maziane, ambas incluían algunas indicaciones. María, que me pusiera en contacto con el museo Naval, indicación que cumplí llamando por teléfono para solicitar su correo y luego mandé mi petición. También me daba el nombre de un profesor de Baleares especializado en estos temas y decía que, tal vez, podía tratarse de alguien relacionado con el corso y la navegación de particulares, o sea, navegación comercial; Leila me hablaba también de Ramón Lourido Díaz.

Mientras tanto leí lo referente a ingleses renegados que trabajaron para el sultán; sobre la compra de cañones y, también, de como hoy en día, en Marruecos, se ha construido una Base Naval cerca de Ceuta y se ha comprado armamento, poniéndose a la par, con el apoyo de Rusia, China y otros países (El País). Nada nuevo, siempre ha habido países que han vendido y comprado armas a unos y otros. En tiempos de Mohamed III se compraron cañones al extranjero para sitiar Ceuta y Melilla, pero no tenían una escuela naval como había en Cádiz. Es la Historia, compleja, y con muchos y variados aspectos.

El martes 27, hablé con el profesor de la Universidad de las I. Baleares, Gonzalo López Nadal. A mi petición sobre el apellido Piña, me indicó que podía tratarse de un navegante de comercio de origen judío; a veces se utilizaban los barcos mercantes, armados con cañones.

Otro aspecto a tener en cuenta es que, lo referido al espacio marítimo en el Derecho del Mundo Clásico se estaba cuestionando y dilucidando una forma nueva de entender el espacio marítimo, la propiedad del mar costero. Siempre hubo personas que intentaron mejorar las situaciones, como hallar la longitud para evitar que barcos erraran el rumbo, se extraviaran, o hicieran que se alargaran los viajes al tener que volver atrás, con los consecuentes resultados de quedarse sin agua o vituallas y, al intentar, en otro orden de cosas, legislar el espacio marítimo, proteger las costas de asaltantes y regular la pesca. Fue difícil, al principio, ponerlo en práctica y que se respetara.

El martes, 27, recibí otro correo de Leila, esta vez en castellano, antes lo había hecho en francés, en el que me comunicaba que había repasado un libro sobre Mohamed III en el que había muy poco referente a náutica. Los historiadores no se debían, digo yo, haber dedicado a profundizar sobre este tema. En cambio en los países europeos sí estudiaban e indagaban sobre estos asuntos pues eran muchos que tenían armadas y flotas comerciales que aseguraban sus barcos y mercancías en Lloyds. También debían saber regatear a los corsarios y si fuera necesario plantar cara, al tiempo que armaban a los suyos en corso, una práctica con mucha historia, anterior a Grecia y Roma, y regatear a los piratas, o ladrones de mar.

El sábado, 1 de octubre, envié un correo a Eloy Martín Corrales, profesor de Humanidades y doctor en Historia Moderna de la Universidad Pompeu Fabra que es autor de muchos trabajos sobre Marruecos. Me contestó el lunes, 3 de octubre. En su escrito me nombraba a Gavarró y Umbert, sin el nombre de pila, y con estas grafías. Indagando topé con un trabajo titulado "El tratado Hispano-Marroquí de Amistad y Comercio de 1767…" de Manuel C. Feria García, profesor titular de la Universidad de Granada, Departamento de Traducción e Interpretación, en el que nombra estos personajes con el nombre de pila, Pedro Umbert y Gabriel Gavaró que dice eran mallorquines, esclavos del sultán que ocuparon cargos de relevancia, uno de vicecónsul y el otro de preceptor del príncipe sucesor y de los que hablan Ramón Lourido Díaz, Marriano Arribas Palau y otros autores en sus trabajos. Éste último dice que Gavarró o Gabarros, al ser liberado, obtuvo un puesto en el consulado por saber las dos lenguas pero le fue negado el cargo de cónsul por tener muchas deudas. También nombra a otros esclavos mallorquines que ocuparon cargos: Juan Guerrero y Pedro Gerónimo de Guevara que sabían leer y escribir español y árabe. Bien pudiera ser que Bartolomé Cardona fuera un cautivo esclavo más.

Por aquel entonces Marruecos no tenía escuela Naval como la había en Cádiz. Sus hombres de mar eran corsarios y piratas, algo común hasta hacía poco. Recordemos a Antonio Barceló y Pont de la Terra, hijo de Onofre Barceló, patrón de un jabeque, y de María Pont de la Terra, que se enroló en el jabeque de su padre como grumete y llegó a ser un temido corsario. Fue nombrado alférez de fragata y más tarde Almirante destinado al sitio de Gibraltar.

Otro "Almirante", esta vez marroquí, al- Man-sur, corsario, estuvo en España. Pero, ¿quién era realmente al-Mansur? En los textos consultados por Manuel C. Feria figuraba un artículo titulado "La estancia en España del "Almirante" al-Mansur (1767-1768), editado por la Biblioteca de Tetuán, actual Instituto Cervantes. Busqué el correo electrónico de la citada Biblioteca y envié la petición. Había que esperar unos días.

Otro dato a tener en cuenta era la época, etapa en la que las potencias coloniales europeas dirigían sus barcos a las costas atlánticas africanas en busca de esclavos para las plantaciones de América.

Me puse en contacto con Manuel C. Feria García, recibiendo pronta respuesta pero sin añadir más a lo sabido, recomendándome también la lectura de los libros de Ramón Lourido Díaz, fraile franciscano, empezando las gestiones para hallar alguno de sus textos.

El lunes, 10 de octubre, recibí respuesta de mi correo del viernes 7, de la Biblioteca de Tetuán - Instituto Cervantes, con un adjunto del opúsculo sobre el "Almirante", escrito por Mariano Arribas Palau, en base a una investigación realizada por Carlos Posac Mou, historiador sobre el Estrecho de Gibraltar, un texto con mucha información. En él, Mariano Arribas Palou narraba, primero, que Carlos Posac Mou, había hallado, en un acta capitular del Ayuntamiento de Tarifa (Cádiz), que el "Almirante" Sidi Mahamet Monsor había estado en Tarifa. Interesado por la personalidad de este personaje, estuvo buscando hasta hallar en la Biblioteca Nacional documentación, sobre la cual redactó un estudio titulado "El alcaide Monsor". Mariano Arribas Palou topó con el escrito e, intrigado por el tema, revisó la documentación, documentación que le llevó a redactar: "Las relaciones comerciales entre Tánger y Tarifa el período 1766-1768" sobre Monsor o, mejor dicho, al-Mansur, según grafía árabe y… ¡sorpresa! Se hablaba de una fragata salentina llamada Mahona que estaba al mando del arráiz Muhammed Porto-Mahón y que llevaba como piloto a un francés renegado, que había sido perseguido por la Inquisición, llamado al- Mansur que se daba el título de "Almirante". He de decir que, en lenguaje vulgar, en una época, llamaban Magona y Mahona, principalmente los árabes, a Mahón, por lo tanto el nombre Mahona dado a la fragata se refería a Mahón.

¿Quiénes eran Sidi Mahamet Porto Mahón y al-Mansur, arráiz y"Almirante" o alcaide del sultán de Marruecos?, ¿renegados convertidos al Islam, que se habían puesto al servicio del sultán Mohamed III?, confundiéndolos a veces uno con otro.¿Dónde se construyó la fragata? En Mahón se conocen 6 fragatas construidas en los arsenales de su puerto, pero todas ellas en tiempos posteriores, de ésta nada se sabía. Sidi Mahamet o Muhammmed se apellidaba Porto Mahón por la misma razón que Laureano, un sevillano que se hizo musulmán con el nombre de Mohamed Al- Andalusí, farmacéutico, al que el sultán lo nombró su médico poco después de haberle librado de un estreñimiento pertinaz y que llegó a ser su secretario (pags. 234-235) "Relaciones entre España y el Magreb de Juan Vilar y Ramón Lourido. Ambos llevaban como sobrenombre su lugar de procedencia. Pero al- Mansur, el "Almirante" no era menorquín sino un francés renegado. El francés renegado pudo ponerse el nombre de al-Mansur o al-Manzor (existen muchas grafías del mismo nombre) y, en Cartagena, hacerse pasar por "Almirante".

Esta es otra historia, o no ¿tendría algo que ver Bartolomé Cardona con la fragata? y ¿por qué la fragata se llamaba Mahona y estaba en poder de Mahamet Porto Mahón? ¿Había sido construida en Mahón y luego atrapada por corsarios marroquíes o construida en Cartagena, esto último poco probable pues cuando estuvo en Cartagena se hablaba que no tenía muy buen diseño ya que primero parecía se hizo como jabeque? Habría que averiguarlo y para esto volver a escribir a la Biblioteca de Tetuán-Instituto Cervantes, al tiempo que esperar noticias de la Biblioteca Nacional.

Mientras tanto he de decir que al-Mansur llegó al puerto de Cartagena y, como las autoridades portuarias le solicitaran, certificado de Sanidad, o sea, la documentación de procedencia y de limpieza, documentación que atestiguara que su barco no estaba contagiado, al decir que no las tenía y que precisaba arreglar unos desperfectos en la nave sin intención de pagarlos, argumentando ser "Almirante" del sultán y solicitando además la liberación de dos cautivos árabes y pan para la tripulación, armó gran revuelo. En tiempos de Mohamed III se canjeaban los cautivos siempre que fuera solicitado por el sultán o por el rey Carlos III. Esto conllevó una correspondencia y al-Mansur hasta pidió ser atendido por el Rey de España por lo que marchó a la corte acompañado de un personaje que fue considerado no apto para pasar a tales estancias. En las cartas se decía que el "Almirante" bebía vino, hablaba con poco respeto de los ritos de de su propia fe, de su ley y de sus tables, gastaba mucho dinero con mujeres y tomaba tocino, cosa que, por decir ser musulmán, escandalizaba, al tiempo que estaba metido siempre en líos. En la corte armó trifulcas pidiendo ser recibido por el Rey y no por su ministro Jerónimo Grimaldi, teniendo la osadía de entrar en los aposentos reales llevando en la faja dos pistolas cargadas. Todo esto se le comunicó al sultán a través del cónsul de Larache. El sultán dijo que a veces los renegados obraban de este modo pero ya no sus hijos. Por otro lado ordenó que, al volver a Cartagena, fuera apresado por Muhammed Porto Mahón y llevado con grilletes a Marruecos por ser un impostor pero él no volvió a Cartagena sino que marchó a Tarifa y allí fue interceptado hasta aclararse los hechos recibiendo noticias del sultán el cual decía que no era tal "Almirante" y que sería severamente castigado, contestando el Rey de España, por temor a que lo quemaran vivo o le cortara la cabeza, que no fuera excesivamente severo. Se sabe que, poco después, ya andaba suelto. ¿Impostor? No. ¿Era un espía? Todos tenían espías.
Lo cierto es que a las arcas de la real Hacienda la reparación de la nave costó 1.014.624 reales de vellón y 426 maravedíes. Un año después la fragata Mahona encallaba quedando inútil.

Dan fe de ello:

7 Cartas del conde de Aranda, de Enero a Febrero de 1768
Cartas de Carlos Reggio y Juan Diego
Cartas del marqués de Grimaldi a Tomás Bremond, cónsul general de España en Larache, Marruecos
Cartas de al-Mansur a Diego Tabares

Pues bien, recapitulando, volviendo al principio. Primera hipótesis, Bartolomé Cardona pudo ser un tal Bartolomé Cardona Pons, natural de Mahón, nacido en 1720, hijo de Gabriel Cardona Sintes y de Antonia Pons Goñalons. Relacionado con las labores del mar. En su cautividad debió aprender el árabe como hicieron otros muchos y, siendo experto en cuestiones navales sirviera de maestro durante algunos años y liberado posteriormente, ya por su colaboración, (el sultán aprovechaba los saberes, en todas las ramas, de los cautivos que tenían algún conocimiento, valoraba los conocimientos y destrezas que podían serle útil, y luego les daba la libertad o eran liberados gracias a las gestiones de los franciscanos, bien acogidos en Marruecos por sus labores humanitarias).

Conocedor de José Piña, posible comerciante de origen judío, tal vez residente en Gibraltar (bastantes judíos residían en Gibraltar desde que aquel lugar pasara a ser británico y, por ello, tener relación con Cardona que provenía de la Menorca Británica), desde donde envió la carta, hiciera de correo con las altas instancias españolas, cosa un poco rara, lo cierto es que Piña sabía castellano, existe una carta escrita por él, en castellano, a no ser que se la hubiera escrito otro, de todas formas por entonces utilizaban varias lenguas, debió ser navegante e interesado en medir longitudes y del que, quizás por el hecho de ser judío, no se atendiera la primera carta, pues según Manuel C. Feria García, por parte española no se fiaban y rechazaban, en las negociaciones, a judíos, tables y renegados como ocurrió con el primer intérprete del tratado, judío gibraltareño, Jacob Benider, primer ministro del bajá de Tánger y representante de Gran Bretaña y Suecia cerca del sultán, recusado por los españoles so pretexto de no guardar secreto y pasar información a los ingleses, según Manuel C Feria; pero Piña podría ser converso al cristianismo y desear ser aceptado por la corte española pues es raro que ofreciera su saber a ésta y no a la inglesa. ¿Espías? Todos buscaban información y conocimientos, se espiaban.

En el fondo, entre 1740 y 1748, se hallaba la Guerra de Sucesión Austriaca en la que España y Gran Bretaña eran enemigas, lo mismo que Gran Bretaña y Francia que se arrebataban, unos a otros, tierras americanas que, por la paz de Aquisgrán, tuvieron que ser devueltas. En esta época, Menorca era británica y por primera vez los menorquines que fueron armados en corso obtuvieron grandes botines. Como todos, cuando regresaban eran recibidos con júbilo. Estas prácticas eran realizadas en cada uno de los bandos.

Hasta aquí la trayectoria del trabajo que me han ayudado a conocer más aquel mundo intercomunicado y complejo de los traductores e intérpretes; de los cautivos y su liberación, del comercio y el contrabando realizado por aquellos que burlaban los aranceles impuestos al tráfico de mercancías; de los pactos, la importancia de los saberes; el espionaje. Conocer nuestro país y el de los vecinos. Todos somos personas y vivimos en la casa común, independientemente de los saberes conocimientos que unos u otros hayamos alcanzado; la ciencia, la técnica; la historia y creencias. Conocernos y respetarnos es tarea que nos incumbe a todos sin olvidar que existen tendencias a salirse de los cauces, procurando que no ocurra. Aprender a reflexionar, razonar, dialogar, todo ayuda.

Un poco raro lo de José Piña. ¿Por qué Piña, si era gibraltareño, llamaba su señor a Arriaga y por qué ofreció sus conocimientos a España en vez de hacerlo a Gran Bretaña y utilizaba a Bartolomé Cardona como correo que, en el caso de ser menorquín era súbdito británico, a no ser que no fuera menorquín y Piña no residiera en Gibraltar sino en España, cosa poco probable puesto que hacía tiempo que habían expulsado a los judíos, a no ser… que Piña fuera converso cristiano?

Todavía existen muchas incógnitas por resolver.

El lunes, 24 de octubre de 2016, recibí un correo del Archivo Nacional, en respuesta a mi petición. Habían detectado un José Piña, mallorquín. De origen judío, que había recibido honores "honores alcanzados por Gabriel Cairol, Valentín Forteza, Francisco José Bonin… y José Piña" (digo yo, quizás por servicios prestados a la corona española o como en otros casos sus buenas obras y realización de algún camino), de lo que se deriva que era converso al cristianismo por lo que, por esta parte podría estar aclarado este tema.

En otro asiento nombraban que habían localizado a un Bartolomé Cardona, carpintero de ribera, que realizaba, en Cartagena, las tareas de asentista, o sea, de registrador de las compras de madera para la construcción de barcos "asentista de maderas para la construcción de la Real Armada de Cartagena, Bartolomé Cardona, carpintero de ribera de sus arsenales". Repasado el trabajo de Pablo de La Fuente de Pablo, sobre "El arsenal británico de Mahón", consta que, en 1747 había un Bartomeu Cardona carpintero de ribera, (mestre d´aixa), en Mahón que, en aquella fecha, podría tener 27 años. Aquí residiría la cuestión, en el nombre de maestro, no se trataría de un maestro en el arte de navegación como hubiera podido parecer en principio por la carta que habla de la longitud, sino en el arte de construir barcos; en aquel tiempo, se les daba el nombre de maestros a los carpinteros de ribera. Bartomeu Cardona era carpintero de ribera. En este caso podría haber sido hecho cautivo en algún viaje para comprar madera, (los que construían los barcos iban personalmente a escoger la madera y demás material); esclavo por un tiempo del sultán, tal vez hubiera trabajado en las atarazanas de Larache y construido un barco, en este caso, la fragata Mahona, a la que pusieran este nombre por estar hecha por un mahonés; liberado después y, ya con 46-48 años, no haber vuelto a Menorca y haberle dado el puesto de asentista en Cartagena. Esto encaja. Y, cuando Mohammed Porto Mahón fue a Cartagena, en 1766-68, tal vez lo hicieran porque estaban de paso, o porque sabían que el que había construido la fragata se hallaba allí (tal vez fue coincidencia) y por esto no la repararon en Marruecos. O, tal vez, porque deseaban les saliera gratis, aprovechándose que se estaba firmando la paz.

En el fondo se hallaba el pacto entre Marruecos y España y no se trataba de crear incidentes con Marruecos.

Esta es una historia que no solo me pareció interesante sino fabulosa.

El lunes, 14 de noviembre de 2016, me llegó la respuesta a un correo que había enviado al Archivo Naval de Cartagena. En ella, adjuntos, 10 documentos escaneados que abren más interrogantes y dan pie a seguir investigando. Bartolomé Cardona no fue apresado ni hecho cautivo, trabajando en este estado al servicio de Mohamed III. Trabajaba como maestro capataz carpintero de ribera en Cartagena cuando dejó, voluntariamente, el trabajo y, también, por propia voluntad, marchó a Marruecos. Pasado un tiempo que se desconoce, solicitó volver a su anterior puesto cosa que se le negó pero, por orden del rey de España, tuvo que ser readmitido según petición del emperador o sultán de Marruecos. No se sabe en qué fecha escapó para ir a Marruecos, si lo hizo en la Mahona, ni se sabe si había estado con anterioridad en aquel país. Lo que sí se sabe con certeza es que fue capataz en Cartagena, que estuvo en Marruecos como maestro, que conocía a José Piña y que éste envió una carta, a través de él, a la corte, y la corte lo tenía en cierta valía. En cuanto a la fragata La Mahona, no existe todavía evidencia de si la había construido Cardona, ni en que arsenal, ni cómo se inició la relación que Bartolomé tuvo con José Piña y por qué le dieron a éste honores.

Otra historia interesante es la de un naufragio de un barco con bandera inglesa pero carga española, que viajaba con mercancía y pasaje, desde Canarias a Cádiz y naufragó frente a las costas de Marruecos, de forma que los lugareños se apoderaron de la mercancía. Al ser informado el sultán de que la carga era española dijo que de haber sabido esto no se la hubieran apropiado. En el naufragio perecieron varios pasajeros. El barco era menorquín.

*Apartamiento de meridiano, longitud del arco del paralelo terrestre comprendido entre dos meridianos, expresado en millas u otra medida itineraria.


Personas consultadas:
Francisco Oliviencia Ruíz
Antonio Tudurí Miquel y, éste, a Antonio Guasch Bosch (Genealogía)
Leila Maziane profesora de la Universidad de Casablanca, autora de "Los marroquíes y el corso siglos XVII y XVIII"
María Baudot Monroy, profesora de la UNED, autora de "Biografía de Julián de Arriaga"
Gonzalo López Nadal, profesor de la universidad de las Islas Baleares.
Eloy Martín Corrales. profesor de la Universidad Pompeu Fabra
Manuel C. Feria García, profesor de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada, autor de "El Tratado Hispano-Marroquí de Amistad y Comercio del 1767 en el punto de mira del traductor. Daguerrotipo de la trujamanería dieciochesca"
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Cuadernos de la Biblioteca de Tetuán. Mariano Arribas Palau
Juan Vilar-Ramón Lourido Relaciones entre España y el Magreb
Pablo de La Fuente de Pablo. "El arsenal británico de Mahón"
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Archivos consultados:
Archivo de Mahón
Archivo de Simancas
Archivo Histórico de la Marina. Viso del Marqués
Archivo Naval de Madrid
Archivo Histórico Nacional de España
Archivo Instituto Cervantes de Tetuán
Archivo naval de Cartagena
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