TW

Hace diez años, el que te escribe deambulaba por Barcelona luciendo unas esplendorosas 21 primaveras convencido de que se iba a comer el mundo. Iba a clase cada tres días porque la noche barcelonina era muy complicada y soñaba, muy bravucón, con hacerse corresponsal de guerra. Crecería, se haría mayor y además de contar las miserias que acechan en el planeta escribiría libros con ligeros tintes autobiográficos para no preocupar más de la cuenta a su madre.

Ayer volví a Barcelona y apenas queda algo de que lo que fue hace 10 años. La ciudad, el ambiente y un servidor hemos cambiado. No por capricho sino porque la vida es aquí y ahora y de poco o de nada te sirve pensar si una cosa será así o todo lo contrario dentro de unos años. Me consuelo dándome cuenta que de mi cuadrilla de periodistas, comunicadores audiovisuales y publicitarios con los que compartí aula pocos siguen como estaban.

Flirteando con los 30 ya casi todos los más cercanos están trabajando en algún sitio con garantías aunque no sea en lo suyo pero que les ofrece un margen de seguridad para ir habiendo quemado etapas. Unos hemos pasado por el altar, otros ya van camino de la sala de partos e incluso los hay más avanzados que tienen solventado lo primero y lo segundo.

Noticias relacionadas

No te miento, entre cafés que se prolongaban tanto que ya no daba tiempo a entrar en clase estábamos convencidos de que íbamos a narrar que el cáncer se había curado, que el hambre en el planeta y las demás desigualdades se habían erradicado o incluso que España ganaría un Mundial de fútbol. No todo está perdido… Pensábamos también que uno de nosotros idearía el anuncio viral del siglo o que grabaría una película que cambiaría la concepción del mundo y ganaría más Oscars que «Titanic».

Menos lo de España, todo lo demás está por llegar. Puede que el Pulitzer y los demás premios se hagan de rogar, que el presupuesto para aquel gran filme todavía tarde o que los anuncios no lleguen al millón de visualizaciones, pero si te digo la verdad, amigo lector, volviendo la vista al frente lo que veo cada vez que vengo a Barcelona me alegra casi tanto como si hubiésemos cumplido aquellos sueños porque por el camino no nos hemos despistado y hemos cumplido otros.

dgelabertpetrus@gmail.com