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Alfonso Guerra ha pedido recientemente al PSOE, su partido, que ponga fin al «odio a la derecha» como discurso y programa. También ha dicho que no busque imitar a la nueva izquierda «regresiva y autócrata». Y que el socialismo es incompatible con el nacionalismo...

Pero el odio ha hecho ya y sigue haciendo su insidioso camino, aquí y en otras partes. Está de moda buscar formas de dividir, separar y enfrentar a la gente. Levantando fronteras, muros de intransigencia. El yo en su burbuja. Los otros como amenaza o molestia que intentamos contener, poniendo inútiles diques a la desesperación.

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La Navidad se acerca con el mensaje contrario. Es una declaración de paz y de esperanza. De fraternidad y de harmonía. A cada manifestación de egoísmo, rencor, maldad o mala educación, respondamos con algún acto de bondad, reconciliación, esperanza o solidaridad… Cuando lo llena todo el amor, no queda espacio para que aniden la indiferencia y el odio.

Alfonso Guerra pertenece a una generación afortunada, que trabajó y luchó desde la ideología de cada uno para construir un país mejor y más tolerante que el que habíamos recibido. Para cerrar heridas y compartir sueños. Por mucho que intenten borrarla, será una página difícil de arrancar.

Si no olvidásemos la historia ni la manipulásemos en función de nuestros prejuicios e intereses, tal vez evitaríamos cometer inveterados errores. Recuperar la concordia. Construir algo nuevo.