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Un tiempo maravilloso. Las luces, el ambiente, la familia. Pero claro esto no es compartido en todos los hogares. Algunos se distancian de corazón porque anteponen su orgullo. Las rencillas con uno mismo hay que trabajarlas todo el año y no solo por Navidad. Porque al fin de cuentas cuando estás mal con el resto es porque tú estás mal. Pero de este tema no voy a profundizar.

Me interesa lo que se hace por este tiempo. Por ejemplo las mamás y papás del AMPA. Las reuniones a horas de tomar el café y ponernos a hablar de lo que hay que mejorar. O de lo que hay que hacer como: el festival de Navidad; los pajes y Papá Noel. Si en las reuniones somos 6 o 7 allá que vamos a la una a echar una mano que haga falta. La coordinación es perfecta, la maestra encargada de la función nos da las directrices y ya estamos el grupo pintando, dibujando, repasando, pegando, grapando,... en los pasillos de la escuela, mientras los alumnos y los hijos de algunos de los padres presentes estamos en el bello lío de la Navidad. Me parece maravilloso este trabajo. Es muy «peli americana» con final siempre feliz. Pero lo adoro. Desde el momento que cruzas la puerta para reunirnos en la sala de maestros que se respira que hay vida: ordenador, impresora, organigramas colgados en corchos, pinturas, lápices de colores, pegamento. Una amalgama de olores, y voluntades por los más pequeños. Una persona del grupo formado por los delegados infantiles se preocupa de hacer los cafés, otra persona se preocupa voluntariamente y con mucho amor de traer de su casa los pasteles hechos por ella misma. Alguien marca la pauta del día, casualidad que es la misma de los pasteles. Y todos exponemos, participamos. Por norma general hay buen clima, todos sabemos que es mejor llevarse bien por nuestros hijos. Y ya por esta voluntad hace que las cosas fluyan y se lleven a cabo los objetivos. Y en plazo. Se nota que todos pasamos por la crianza y la educación de nuestros hijos y sabemos ponernos en el lugar del otro. Si no has dormido por mala noche, y ese día no puedes acudir a la reunión. O que vas al pediatra, o que trabajas o hasta que te has olvidado de ir por las tantas cosas que tienes en la cabeza.

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El grupo es comprensible, pero también saben que aportas. Se crea una pequeña comunidad. Pero aparte de estas reuniones, lo que más me gusta es que los niños -y más si son tus hijos- te vean participar de su colegio, les refuerzas la autoestima. Ya sea mediante la delegación de su clase como yendo a ver el festival, confeccionando su traje y otras actividades o excursiones. A veces conlleva un sacrificio para los padres en el sentido de pedir horas, o el día libre en su puesto de trabajo, o sustituir el tiempo libre por la actividad de tu hijo. Pero vale la pena vivir estos momentos que son únicos, que ya no vuelven más.

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