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A veces no ando demasiado pletórico de moral. Cuando esto sucede (y cuando me acuerdo), practico un truco infalible para despejar pensamientos lúgubres: Me concentro en celebrar que no me duelen las muelas. En efecto, cuando a uno le duelen las muelas y no tiene a mano Nolotil inyectable daría lo que fuera para que el tormento cesara mágicamente; en ese penoso estado de ánimo uno tiene la certeza de que en ausencia del dolor todo lo demás andaría bien; de que la mayor parte de los marrones carecerían de importancia. Virgencita, que me quede como estaba.

Bueno, pues lo mismo trato de hacer cuando despierto y compruebo que Mariano sigue ahí tan pancho: ¡Ya no está Aznar! -me digo.

Recuerdo bien (como un perfecto dolor de muelas) al tipejo, a su encantador amigo Blesa, a sus diligentes tesoreros, a sus inolvidables ministros Zaplana, Rato, Trillo, Cascos.. .en fin, a ese Dream Team de la democracia, o «esos señores de los que usted me habla» como quizás preferiría Mariano referirse a fecha de hoy a la pandilla de colegas de su antiguo jefe, por quien, supongo, sentirá cierto cariño toda vez que tuvo en su día la deferencia de elegirle como heredero al trono, aunque a poco suspicaz que sea nuestro querido héroe, sin duda sospechará que dicha elección se fundamentó en motivos más homologables a los del novio bajito que elige chica menudita que a los que inspiraron a Alejandro Magno en la elección de sus generales.

Y no duden, queridos lectores, que este país tan peculiar que nos ha tocado en suerte volvería a votar a esa grupo de trileros si se presentaran a las elecciones; este país ha demostrado que traga con lo que le echen, se llame tres por ciento, dos por culo o uno en diferido.

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Y no duden, queridos lectores, que si se diera el caso, las fuerzas de la oposición volverían a permitir que los mismos gobernasen; la fórmula es infalible: yo no me ajunto con Pablo, yo no trago a Pedro, y de Albert ni hablamos. Luego se echan las culpas de la investidura los unos a los otros y tan felices.

De manera que las cosas podrían estar peor.

Y con toda probabilidad lo estarán (y me refiero ahora al punto de vista de quienes preferiríamos que los tramposos pagaran sus culpas en lugar de recibir vítores y encomiendas), puesto que o mucho me equivoco, o es más que probable que el PSOE se haga próximamente el harakiri, auxiliado en su notable empeño por el correoso (y posiblemente rencoroso) Pedro Sánchez, quien no acaba de comprender que por el camino que se empecina en transitar se dilapidan votos por los arcenes ; y puesto que, o mucho me equivoco, o Errejón, quizás la pieza que podría haber evitado que las cosas hayan ido tan estúpidamente, seguirá desplazado del centro de decisión de Podemos, ya que los adscritos a su partido no difieren mucho del resto de los mortales a quienes si se les da a elegir entre lo razonable y lo imposible se decantan siempre por lo segundo, sobre todo si el estandarte lo lleva un ocurrente chuleta; y puesto que, o mucho me equivoco, o a Rivera no le saldrá rentable su punto de pragmatismo (la gente, extrañamente, no suele apreciar ese producto) y su empeño en destilar un poco de agua fresca de la roña a la que da provisional soporte acabará por ponerle perdido el traje nuevo.

Nada me extrañaría que Mariano, viendo el percal y venciendo su pereza, acabara por convocar elecciones anticipadas, en las que posiblemente arrasaría, para gozo de podemitas, sociatas y ciudadánicos que podrían volver a entregarse a su deporte favorito, que no es otro que el de echarse en cara la retahíla de reproches que van acumulando con gran dedicación desde los tiempos en que juntos podrían haber evitado lo que ahora tanto deploran.

Como consuelo, o bien colateral del enorme descalabro, será emotivo en todo caso ver (si lo que vengo pronosticando, Dios no lo quiera, se cumple) el nuevo traje que estrenen (estos son maestros en el noble arte de la metamorfosis) los judas/ escuderos particulares de Sánchez (Hernando, Luena y López) que tantas alegrías le dieron durante aquella su primera embestida quijotesca.