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Siendo el señor Rajoy presidente del gobierno en su primera legislatura, se le ocurrió en mala hora lo que el PP llamó Ley de Seguridad Ciudadana y el resto del país ley mordaza. Ahora se ve forzado, muy a su pesar, aun siguiendo siendo el presidente del gobierno, a tener que pactar cambios en una ley algo más que retrógrada. Ley que en según qué incumplimientos supone una sanción económica verdaderamente abusiva además de cercenar derechos fundamentales en un país democrático como son el derecho de reunión, el derecho a la libertad de información, el derecho a manifestarse. Además, en el espacio de una semana, el gobierno ha visto cómo otra votación, la que afecta al decreto de los estibadores, era también rechazada. No creo que les haga mucha gracia al gobierno perder votaciones cuando todos menos ellos ven las cosas de otra manera. Rajoy parece que lo toma con retranca, sabedor de que a la fuerza ahorcan y no parece de momento mostrarse afectado por más que un refrán afirma «que el que no está acostumbrado a bragas, las costuras le hacen llagas».

Recuerdo que en más de una ocasión dije desde estas mismas páginas que la orfandad democrática a la que sometía el PP a la oposición en el sentido de no dejarles discutir en el Parlamento prácticamente ningún tema, acabaría por pasarles una factura dolorosa. Y tanto puede ser esto así que el día menos pensado nos desayunamos con un adelanto de elecciones. Carta que ningún presidente democrático quiere jugar y de jugarla será por una de las dos razones siguientes: o porque cree que se va a beneficiar o porque no le dejan gobernar como él quisiera.

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Rajoy debe tener presente que el PSOE no tiene el cuerpo para farolillos electorales y tal cual está el patio socialista, a nada que Sánchez se empecine, el PSOE podría acabar en un cisma devastador. De hecho, es un partido fragmentado, lo que supone una debilidad agónica a la hora de ejercer la oposición y un empeño imposible para seguir en la lista de espera como alternancia para alcanzar el poder que dan las veleidosas urnas. Por eso, ir a unas elecciones puede a Rajoy suponerle una ganancia a la vez que quita de en medio el perder votaciones una tras otra.

Pero como hombre de estado que se le supone, debe saber que el PSOE tiene una situación difícil a la vez que también es conocedor que el PSOE es el muro de contención para parar a Podemos, los que sin rubor ya le dicen al presidente del gobierno en sede parlamentaria que a él los presupuestos «se la rempampinfla, se la suda o se la bufa». Cuando a un partido de la oposición no le importa usar este lenguaje, conviene repasar las cartas de navegación, no vaya a ser que el día menos pensado le manden directamente a una escombrera como destino final de un político acabado, muy lastrado por la corrupción y por una primera legislatura donde se hizo de la voluntad de un partido el yunque donde acababan machacadas una por una todas las otras voluntades hasta hacer de la vida parlamentaria un barbecho de cuatro años, un páramo desolado. Por eso ahora viene Paco con la rebaja. ¿Aguantará así Rajoy toda una legislatura? Él no está acostumbrado a no ser l'amo de lloc parlamentario. La poca empatía democrática con los otros partidos le está empezando a pasar factura. Ellos gobernaron, curiosamente además a golpe de decreto, y eso, en política parlamentaria, para un gobierno puede ser más tarde nefasto.