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Hay una teoría empírico experimental que asegura que si una persona siente la imperiosa necesidad de tirarse un pedo y no lo hace, la flatulencia le va subiendo interiormente hasta el cerebro donde se convierte en una idea de mierda. No lo digo yo, oye, lo dice Facebook, que para estas y otras cosas es una auténtica enciclopedia.

Asegura, además, la red social que estudios científicos avalados por las prestigiosas universidades de Floombert, Escaritson y Plufliflu, hogar de algunas de las mentes más brillantes del siglo XX, que los seres humanos, cuando tropezamos no es porque seamos torpes por naturaleza sino que nuestro instinto nos lleva a querer abrazar el suelo y besarlo. La teoría de la pasión, creo que lo llaman.

Pero el conocimiento no es lo único que destila en Facebook al alcance de cualquier me gusta o click. También está la generosidad de empresas que están lejos del imaginario colectivo que las ve como maquiavélicas máquinas de generar dinero y que aseguran que sortearán un coche valorado en medio millón de euros entre todas las personas que compartan la foto. Porque sí, sin más motivo que el directivo de turno pasó buen fin de semana y el lunes ha decidido despilfarrar un pastizal entre todo el grupo de genios y genias que muevan la publicación por la red.

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Hay más ejemplos, como esa historia de David Smith quién en 2012 precisaba de una operación urgente y que contó su historia en la red con el compromiso de otra empresa que en lugar de soltar la pasta, que era lo fácil, se comprometía a donar 50 céntimos por cada persona que lo compartiese. Y esa historia sigue circulando. Con lo cual, o aquí el amigo ha ido prorrogando la operación o me temo lo peor.

El monstruo del Lago Ness no está en Escocia. Ni el Yeti, en el Anapurna. Los dinosaurios aún existen y Elvis no está muerto. Están todos en Facebook. Allí sí que hay pruebas de lo que digo, en la vida real… Eso no importa.

Internet es una herramienta muy peligrosa capaz de embobarte hasta hacerte creer cosas que son soberanas tonterías. Conviene, de tanto en tanto, recordar que lo real es aquello que está fuera de la pantalla y que se puede tocar y, sobre todo, comprobar y contrastar. Menos lo de del coche, claro. Yo lo he compartido 12 veces y estoy convencido de que será mío.

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