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La crisis del Govern que ha provocado Més no remite. Una de las causas es que un partido que presumía de no tener un solo imputado por casos de corrupción se resiste a reconocer el virus que le ha infectado y a tomar la medicina para cerrar este feo asunto. El sacrificio de Ruth Mateu, que provocó el enfado de Més per Menorca, al «pagar una crisis que no hemos provocado», no ha sido suficiente, porque es verdad que la responsabilidad está en Més per Mallorca y sus principales cargos todavía no la han asumido.

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La última comisión del Parlament fue todo un paradigma. No solo por la respuesta de David Abril a la exigencia de Jarabo para que Biel Barceló dimita, invocando los contratos de la productora del líder de Podemos con la televisión pública, sino por las actitudes de Barceló y especialmente Vicenç Vidal. El primero se muestra compungido, arrepentido, disgustado por la traición de Jaume Garau. su exjefe de campaña, dispuesto a irse a casa, en lugar de seguir en el drama. Vidal, en cambio, se mantiene desafiante. Sacar los trapos sucios del PP, que han llenado las lavanderías judiciales y de los medios, es un recurso agotado cuando de lo que se trata es de dar explicaciones transparentes.

Si la clave de la corrupción en Cultura fue como un contrato se partió en dos para adjudicárselos a Garau, en Medio Ambiente está en una simple adjudición de 10.500 euros a dedo a Garau para hacer el seguimiento de la ejecución del Programa de Desarrollo Rural. Dice que Garau presentó la oferta más barata y que los sobres estaban cerrados y por tanto no hubo tráfico de influencias. Otras fuentes indican que Fogaiba pidió que las ofertas se avanzaran por correo electrónico y que la de Garau fue la última. Si Vidal no lo ha hecho «de la mejor manera posible» como afirma, debería asumir su responsabilidad. Como hizo Ruth Mateu.