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El otro día llego a mi móvil, vía redes sociales, un selfi de gente muy pija, que se veía que manejaba, con poderío que diría mi tía abuela. La ropa que lucían ellas, y ellos, era de la que no se compra en las tiendas de Amancio Ortega, ese gran filántropo. Se veía algún relojito de diseño del bueno, del bueno de verdad, de esos que da la hora mientras sus manecillas te dicen aquí estoy yo, no me busques en los chinos, vengo de las joyerías de los barrios altos. Y sobre todo se veían unas dentaduras perfectas, blancas, simétricas, se notaba la buena mano de los dentistas blanqueando, colocando y enfundando lo que haga falta para mostrar la sonrisa del éxito.

Y viendo las sonrisas deslumbrantes me acordé del un programa que se emitía hace años en la televisión, «El diario de Patricia», ya ven, queridos lectores, en qué cosas ocupa mi cerebro espacio, si olvidara estas chorradas y recordara la identidad masa-energía de Einstein, mi aportación a la humanidad hubiera sido otra. El engendro de programa era una especie de docureallity donde desfilaban todo tipo de personajes marginales a los que la presentadora sonsacaba hasta la última de sus miserias. Pues bien, cuenta que cuando buscaban víctimas para acudir a semejante bodrio, una de los requisitos era que los invitados tuvieran todos los dientes, al parecer da muy mal en cámara una dentadura mellada.

Poner un pieza dental nueva cuesta unos 1.400 euros, lo mismo que contratas dos personas a tiempo completo para que te limpien el yate y la mansión, el sueldo mínimo interprofesional está en unos 700 euros, toma pastizal, en apenas dos meses de curro te pones un diente nuevo en ese hueco tan feo. Que durante dos meses no comas, ni pagues alquiler, ni luz, ni esas cosillas superficiales son detallitos sin importancia. A ver si solo van a tener derecho a sonreír los que se pueden someter a un tratamiento de chorro frío oxigenado con flúor añadido para que tus dientes parezcan perlas de los mares del Sur.

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Al igual que a los caballos se les mira la dentadura para comprobar su estado de salud y su edad, ahora algunos rehacen el viejo refrán por su versión 2.0 que queda, tristemente, muy vanguardista, a pobre regalado no le mires el dentado. Es sencillo saber cuanta pasta maneja cada uno mirando su dentadura.

Claro que para sonreír se tiene que tener algún motivo, por más que se empeñen los Paulo Coelho y demás gurús de la autoayuda. Ahora los menorquines tenemos uno, que nos ha sobrevenido sin pincharlo ni cortarlo, por favor que ningún político balear se apunte el tanto que ha ganado otro, gracias. El Gobierno necesitaba el voto de un diputado canario y toma ya, les ha sacado un 75 por ciento de descuento en los vuelos entre islas, y algunas cosillas más, en el mercado persa de si quieres algo de mí qué me das tú a cambio.

Así que ahora nos será un poco más barato visitar Eivissa para comprobar si es verdad que es más fácil salir del Ikea, misión casi imposible, que encontrar una casita de alquiler en la isla pirata. Y en muestra de agradecimiento a los hermanos canarios propongo que el Govern dedique una partida a la compra masiva de plátanos, y que pasen de las insípidas bananas de California. Por cierto en California se concentran un gran número de sonrisas casi perfectas, basta darse un paseíto por Hollywood Boulevard, en Los Ángeles, y ver la cantidad de selfis que se hace la gente. Y ya saben, al que no pueda sonreír, invitarle a enseñarles los dientes. Feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com