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«A menudo los hijos se nos parecen». Escuchar de la boca de un niño de menos de dos años palabrotas o palabras malsonantes es espantoso y si es tu hija o hijo más aún. «Deja de joder con la pelota» los adultos tenemos adquiridas estas palabras que las decimos y no nos damos cuenta hasta que nuestros hijos las repiten con el mismo tono en circunstancias de crisis. Me pasa. Ahora estoy corrigiendo estas expresiones. Intento no decir palabrotas, pero a veces las circunstancias me hacen perder los papeles. Si cuento que mis hormonas femeninas a veces campan a sus anchas sin mi permiso. Algunos ejemplos que estoy poniendo en práctica: antes decía unas feas palabras ahora digo ¡ostras con limón!; ¡leñe!; ¡cáspitas!; ¡jopetas, jopelines!;… Lo ideal es no necesitar sustitutivos, pero mira la sangre cuando se calienta salta los muros. Sobre todo, en la crianza de estas edades de 0 a 4 años en que los niños son lo más parecido a Mick Jagger.

A mis pequeños siempre les compró la camiseta de la lengua de los Rolling Stone porque son muy Rolling. Muy expresivos, en el sentido de llorar también para comunicarse. Es mejor decir eso que 'llorones'. Si no son dientes, es que tiene hambre, si no quieren jugar, si no quieren venir a los brazos. Si no se les oye es que alguna están haciendo. Como sacar la tierra de los tiestos «Niño, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca.» Que acierto Joan Manuel Serrat con su canción «Esos locos bajitos», en parte. Muchas de las veces te ves diciendo estas últimas frases. Casi siempre hacen caso y si alguna vez no, hay que ser flexibles. Ellos también pueden ganar el pulso, y no vas a ser menos madre/padre.

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Pero a veces cuando el cansancio se te apodera y ellos no están tan dulces pues claro, salta alguna palabreja. Y acto seguido la repiten. Y en ese momento te das cuenta que hay que bajar el voltaje de nuestro ánimo crispado, «les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones».

Después está la otra lectura, cuando dices estas palabrotas, pero en el sentido de satisfacción. Por ejemplo, este domingo, cuando nuestro Rafa Nadal iba se curraba el triunfo de la décima copa del Roland Garros. Teníamos que corregirnos, había mucha emoción en juego y dos pequeños observándonos. Nos portamos muy bien. Amae solo repetía «¡Vamos Rafa!». Lo ideal es ir corrigiendo la manera de hablar. Es un buen propósito.