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La clase política está tan mal vista que últimamente se les atribuyen todos los males. Incluso algunos que difícilmente son achacables a nuestros estimados políticos. Es la práctica del que no llora no mama. Quejarse una y otra vez para conseguir que las administraciones solucionen unos problemas, que a veces, no tienen solución.

Se quejan hoteleros, comerciantes, taxistas, ecologistas, los partidos de la oposición e incluso del gobierno. Es un poco como el fútbol, quejarse por una jugada no pitada, con la esperanza de que en la próxima te beneficie.

Que los ciudadanos se quejen se puede entender, ya que son los que mantienen todo el sistema, a través de sus impuestos. Ahora bien, la cosa no se nos tiene que ir de las manos. La administración no puede (ni debe) estar por todo.

Últimamente se han oido unas críticas poco fundamentadas. En Cala Blanca por ejemplo hay quejas de que el agua tiene un color verdoso. Piden al Consell que actúe. Pero esto pasa cada año. Se debe a una microalga que tiñe el agua. ¿Qué puede hacer el Consell? Pues nada. Igual que no se pueden cortar los pinos porque alguien es alérgico, tampoco se pueden eliminar estas algas.

Igual pasa con la posidonia. Se exige que se retire, aún cuando es imposible, como en Son Saura, que por mucho que las quiten de la arena, un día después vuelven a estar allí, ya que toda la orilla y el mar está plagada de posidonia.

Y más de lo mismo con los parkings de las playas. Muchos reclaman que se amplíen, sin pensar que las calas tienen los mismos metros aparquen 400 coches que 800. Después nos quejaríamos que hay mucha gente. Y las playas no se pueden ampliar. De momento nadie lo ha pedido. Tiempo al tiempo.

Al final todo tiene que ver con el turismo. El verano es tiempo de lamentos. Siempre lo ha sido. Cuando venían menos turistas porque eran pocos y ahora que vienen muchos porque la Isla está masificada.