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El terrorismo, querámoslo o no, está sumando puntos en la cuenta de tener al personal cada vez más humillado, más sometido, casi obscenamente manipulado a la hora que por obligación o por placer tenemos que coger un avión. Si es además un vuelo con destino a ciertas regiones del mundo, sepa que tendrá que pasar toda una odisea.

Hace unos días sobrevolé el Gofo Pérsico, Aquaba, Canal de Suez, Península del Sinaí, Amán, Cairo, Alexandria, finalmente de regreso sobrevolé la isla de Eivissa. Venía de pasar 15 días en Kenya. Vuelo Madrid- Emiratos Árabes con llegada a Dubái y de allí a Nairobi. De Dubái a Madrid son 5.640 km. Eso no me importaba, no era mi primer vuelo internacional. Lo que ya me pareció trabajoso fue tener que aguantar como a María le hacían la prueba de los explosivos delante de todo el personal que estaba en la cola de embarque, levantándole la camisa y poniéndole en la tripa y manos, una especie de grasa y pasándole un detector mientras la gente miraba asombrada lo que no entendía. Para coger el avión en Kenya tuve que pasar tres controles donde en cada uno tuve que quitarme el cinturón, el chaleco que llevaba puesto, el reloj y los zapatos. Así que con los zapatos en una mano y en la otra aguantándome el pantalón, tienes que coger una cubeta donde has depositado el resto de objetos. Toda una humillante odisea.

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Pero fíjense, como no es la primera vez que viajaba a Kenya, era conocedor de la lenta burocracia a la hora de sacar el visado de entrada en el país. Precavido, me acerqué un mes antes a la embajada y consulado de Kenya en Madrid para así llegar a Nairobi con el visado ya negociado. Tuve prácticamente los mismos problemas pues en tránsito de Dubái a Nairobi nos hicieron rellenar unos papeles, todo exigido en inglés sin ninguna explicación aclaratoria. Había que contestar por escrito y punto, preguntas tan curiosas como a qué hotel íbamos o a qué íbamos a Kenya. De nada sirvió enseñar en mi pasaporte el visado de entrada, era como quien oye llover.

Cuando pasamos la aduana en el aeropuerto de Nairobi, de todos los papeles que nos hicieron rellenar, resultó que solo querían uno. ¿Saben cuál? Pues uno que decía exactamente lo mismo que decía mi visado. Total que toda la parafernalia concluí que no servía para nada. Confieso que se te quitan las ganas de volar, pues aparte del dineral que cuesta un viaje como ese no me muestro nada conforme con ser tan descaradamente humillado. Si eso sirviera para que el terrorismo dejase de actuar, bienvenido sea, pero el terrorismo no va a dejar de actuar por eso, si no puede en los aviones lo hará en los trenes, en los barcos, en los restaurantes, en las aglomeraciones de gente donde tengan a su alcance esa bestialidad de causar terror.