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A veces, me hago el muerto. Lo aprendí de pequeño. Dejarse flotar ingrávido a merced del oleaje suave con los brazos en cruz y la mente sin motor, navegando a la deriva. Me parece que en ocasiones nos dejamos llevar también en lo político y social sobre un inmenso mar de dudas y nos hacemos el muerto. ¡Qué cómodo y relajante! Hasta los ruidos se amortiguan dentro del agua mientras el Sol te nutre, invisible, con sus flamígeros rayos. No te muevas. Olvídate. Respira.

También nos hacemos el sordo a las palabras necias o nos hacemos el sueco para montar un mueble. Adormeces el seso para eludir responsabilidades. Te invaden pensamientos ligeros cuando sientes en el rostro la caricia del aire no acondicionado.

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El tiempo es una comparación de momentos. Los cuerpos se atraen o se repelen. La mejor noticia es la que no existe: No news, good news. El presente, como su propio nombre indica, es un regalo. No huyas del ahora hacia tierras lejanas ni hacia historias remotas. Saborea el instante o el helado del sabor que has elegido. Que los que quieren enfrentarnos se vayan de vacaciones. Busquemos momentos que valgan la pena… aquí y ahora… la felicidad cae demasiado lejos y la utopía rompe el saco.

Pero cuando el mar se encrespa y las olas van creciendo, como suele ocurrir tarde o temprano, conviene nadar y bracear fuerte hasta la orilla, para que la corriente no nos arrastre hacia las rocas, hacia mar abierto o hacia el fondo.