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Ángel María Villar arrastra tras de sí, como un estigma, el haber sido un futbolista de pocos méritos. Quizá el más recordado fue el de aquel día 24 de marzo de 1974 en un partido entre el Athlétic y el F.C. Barcelona. No recuerdo ya si fue bofetada o puñetazo a Johan Cruyff, por lo que el árbitro le sacó la roja directa. Han pasado tres décadas de aquella roja para que sea la Justicia quien le haya sacado ahora otra tarjeta, la de los colores de la vergüenza y el deshonor, si lo que se dice que ha hecho es verdad: haberse, presuntamente, pasado al club de los corruptos. Ha sobrevivido a tres papas; puede también vanagloriarse de ser uno de los siete presidentes de federaciones españolas que cobra más que el presidente del gobierno. Una de tantas cosas absurdas de nuestro país. La tarjeta de la Justicia le ha llevado a Soto de Real junto a su hijo y parece que unos cuantos más afines a su modus vivendis. Alguien debería tomarse en serio lo de aumentar el aforo de este centro penitenciario donde últimamente y no se me alcanza el porqué, van a parar con sus huesos lo más florido del golferío patrio.

Da pena, mejor dicho, lo que da es asco, ver cómo una vez más «todo el mundo sabía lo que estaba pasando». Vamos a ver… ¿qué es eso de que todo el mundo sabía? Si realmente fuera así aquí habría nada más y nada menos que un mundo de pseudochorizos ya que sabiendo que se están cometiendo delitos continuados por un número determinado de personas conocidas, nadie de los que dicen ahora que lo sabían se le ocurrió cumplir con la obligación del honrado ciudadano y poner tanto como dicen ahora que sabían, en conocimiento de las autoridades. Aquí lo que pasa es que una vez que se ha «levantado la liebre, palos a la cama». Lo que sí que es desgraciadamente cierto es que a nadie se le puede permitir que ocupe durante 29 años un cargo donde se han manejado los millones como si fueran una vulgar calderilla. Con esas prolongadas permanencias en el poder acaba pasando lo que parece que ha pasado, que se termina por crear en torno a unos millones tan poco y tan mal fiscalizados, toda una red de sinvergüenzas que se enriquecen arrimando a su particular tesorería los euros a espuertas de los demás.

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A mí qué quieren que les diga, me cuesta aceptar, como dicen ahora algunos, que la Real Federación Española de Fútbol es privada, porque si no me equivoco, sus presupuestos están regulados por el Consejo Superior de Deportes. Si realmente es así déjenme añadir que la familia política, la que tiene representación en el Congreso de los Diputados, habría estado ociosamente pasiva, aunque tampoco sería la primera vez que los políticos no dicen esta boca es mía en asuntos de doloroso interés general, mostrándose como si no existieran. Volviendo al presunto choriceo de Miguel Ángel Villar, parece que habían creado un equipo, incluidos los reservas, pues no eran pocos los que presuntamente ordeñaban la millonaria ubre de nuestro fútbol.

No sé qué día amanecerá dios sin tener que taparnos la nariz ante tanta pestilencia como llevan las alcantarillas que discurren por donde se mueve el dinero de los sufridos ciudadanos honrados de este país. Menos mal que en este caso todo el mundo lo sabía… ¡anda que si no llegan a saberlo…!