TW

En el poema Las dos linternas, de 1846, Ramón de Campoamor escribió un par de versos famosos: «Y es que en el mundo traidor / nada hay verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira». Lo cierto es que los dos últimos versos, todo es según el color del cristal con que se mira, contienen una gran verdad, porque en la vida todo es relativo y depende del punto de vista. Muchos años atrás escuché estos versos en el programa taurino Clarín de Radio Nacional, creado por Rafael Campos en 1964. Yo tenía entonces quince años, como la canción del Dúo Dinámico que aseguraba que "quince años tiene mi amor", y todos los sábados oía el programa Radio Gaceta de los Deportes, que sintonizaba mi padre y que yo encontraba de lo más aburrido. A continuación venía Clarín, y repetían como eslogan lo de todo depende del cristal con que se mire. Es muy cierto. Ya se sabe que la historia que escriben los vencedores difiere mucho de la que escriben los vencidos, y que Francis Drake es considerado un pirata por los españoles y un héroe por los ingleses. Esto lo estamos viendo estos días con el problema de Cataluña, que se viene arrastrando desde antes de la guerra civil. Para unos los catalanes están destrozando la democracia, para otros las leyes interpretadas por el Tribunal Constitucional están reprimiendo los derechos del pueblo catalán. Como ocurre en el fútbol los del equipo perdedor dicen que no era penalti, mientras que los que han ganado afirman que no tan sólo era penalti, sino roja directa, y en el mundo en conclusión todo depende del color del cristal con que se mire.

Noticias relacionadas

No voy a poder solucionar ese problema, pero creo que cuando menos deberíamos ser un poco magnánimos y recordar que el diccionario de argot aconseja aquello de jodamos, que todos somos hermanos. Y lo voy a ilustrar con una anécdota. Una vez un cura se mostró efectivamente magnánimo y aceptó cenar con un rabí en un restaurante de Nueva York. El cura pidió lechona y cuando se la ofreció al rabí éste le dijo ya sabes que mi religión me impide comer cerdo. No sabes lo que te pierdes, dijo el cura. El rabí pidió cordero asado y la verdad es que se relamió los dedos de lo rico que estaba. Entonces se le ocurrió preguntarle al cura por su familia, su mujer, sus hijos, y el cura puso cara de circunstancias y dijo ya sabes que mi religión me exige el celibato y no puedo tener mujer. A lo que el rabí soltó una risilla mal disimulada y dijo: "No sabes lo que te pierdes"