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Hace muchos años que leí la novela «Incerta glòria», «Incierta gloria», de Joan Sales. Yo era entonces estudiante de Filología en Barcelona, y acababa de descubrir que la lengua que hablábamos en Menorca era una variante del catalán, y que existía una vasta literatura en nuestra lengua. Aparentemente, nadie me había hablado de ello. Mi formación era plenamente castellana, y tuve que esforzarme por mi cuenta para aprender catalán, sin recibir nunca clases, y para leer todo lo que no había leído. Pese a que se trataba de una novela sobre la Guerra Civil, encontré la obra de Joan Sales muy divertida. Tenía una dosis considerable de ironía, tal vez la ironía de los vencidos, los que tenían que resignarse con la esperanza de que un día, a muy largo plazo, alguien volviera los ojos hacia su existencia y decidiera leer la historia desde otro punto de vista. Hace años, también, Planeta publicó «Incierta gloria» en castellano, y recientemente ha sido llevada al cine. Tal vez esto pueda hacer pensar que el tiempo tiene la palabra, que es el gran médico que cura todas las heridas y da a cada uno lo que realmente merece. A veces, sin embargo, se trata de mucho tiempo. Cientos de años tardó el «Tirant lo Blanc» en ser traducido al inglés en Estados Unidos, lo mismo que Johan Sebastian Bach en ser reconocido como el verdadero maestro del barroco musical. Algunos problemas pueden eternizarse, y cuando al final se resuelven, o parece que van a resolverse, se nos viene a la cabeza la frase de Shakespeare en «The two gentlemen of Verona» («Los dos caballeros de Verona») que inspiró el título a Joan Sales. Traduzco de Shakespeare: «Cómo se parece esta primavera de amor a la incierta gloria de un día de abril, que de pronto muestra toda la belleza del sol y de vez en cuando una nube lo estropea todo». Estuve en Londres en primavera y eso es lo que ocurre, en un mismo día puede llover y lucir un sol esplendoroso; tal vez por eso, Shakespeare escribió lo que veía.

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Joan Sales también escribió lo que veía; la Guerra Civil trajo a unos la incierta gloria de la victoria, porque en una guerra entre pueblos hermanos perdemos todos. Pero no creo que hubiera gloria, ni cierta ni incierta, en la muerte que se enseñoreó de los campos de España. Después se abrió un largo paréntesis en el que quedaron en suspenso problemas como el de los catalanes que están aflorando ahora mismo y en el que puede lucir el sol o estallar la tempestad como en la incierta gloria de un día de abril.