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La lengua a veces crea malentendidos, sin ir más lejos con los adjetivos posesivos. Cuando en un juicio, por ejemplo, el abogado pregunta a uno de los testigos: «¿Dónde estuvo Juan ayer por la noche?», y el testigo responde: «Estuvo en su casa, con su mujer", nadie debería de ver nada extraño en ello. ¿Quién no está en su casa por la noche con su mujer, si es que la tiene? Ahora si el abogado sigue diciendo: «¿Tiene alguien que pueda corroborar la coartada?» y el testigo dice: «Usted, sin ir más lejos, si es que también estuvo en casa». Pero el abogado se había ido de copas con los amigos, estuvo en un club de alterne y no regresó a casa hasta altas horas de la madrugada, por lo que empieza a palidecer, sospechando a qué casa se refiere el testigo cuando dice que Juan estuvo en «su casa» y lo que es peor, a qué mujer está aludiendo cuando dice «con su mujer».

Pero ahora ya es tarde, se ha destapado la caja de Pandora y no se puede detener el hilo de los acontecimientos, porque el testigo añade: «Claro que nada más fácil saberlo, porque basta con que usted pregunte a su mujer». El abogado sabe que no puede decir que no la conoce, cualquiera puede investigar la identidad de un ciudadano hoy en día, existen métodos informáticos y detectivescos a porrillo, y además, en caso de necesidad cualquier abogado puede llamar como testigo a su propia mujer, porque a estas alturas el abogado ya sabe a ciencia cierta que Juan estuvo anoche en su propia casa, con su propia mujer. Es lo que pasó en Cuba a principios de los años 60. Un periodista le preguntó a Fidel Castro en rueda de prensa: «¿Dónde está el Che?». «Está en su país».

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Y el periodista se quedó calculando de qué país se trataba, porque si Argentina era el país del Che, Cuba también lo era desde la revolución, y como el periodista era español, la respuesta podría aludir a que el Che estaba en España. Es lo mismo que podría haber pasado con Puigdemont: «Está en su casa» ¿Qué casa, la Casa dels Canonges, la casa que tiene en Girona, la casa de Bélgica, la del periodista madrileño que hace la pregunta, la casa del padre? Como vemos la lengua, a veces, se presta a malentendidos.

Es como lo del barbero: ¿Dónde está Juan? Está en su casa, con su mujer. Ah, bueno. No, pero yo me refiero a su casa de usted, con su mujer de usted. Digo que ah, bueno, que de lo que a mí me sobra mi mujer llena el puchero. ¿Y dígame, gime mucho su mujer cuando hace el amor. La verdad es que sí, a veces la oigo desde la barbería.