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El besugo está en el horno. El cava enfriando. Los turrones cortados en pequeños cuadraditos ya están simétricamente colocados en la bandeja de plata. La mesa grande ya está puesta con la cubertería de los días especiales, el reborde dorado de los platos le dan un toque antiguo y añejo para algunos, vintage para otros, eso marca la diferencia entre que algo sea viejo, o una valiosa antigüedad. El árbol de plástico ya está más que amortizado, lleva diez años con la familia y costó 12.90 euros, gasto anual en árbol de navidad, 1.29 euros, las cuentas claras. La chimenea de la vieja casa familiar encendida. Los coches avanzan despacio, al volante los cuñados, al lado sus esposas, detrás los niños. Clásica distribución patriarcal, es lo que hay.

EL CUÑADO NÚMERO UNO va despotricando del resultado de las elecciones en Catalunya. Él siempre ha sido muy de su patria, de su bandera, de sus costumbres y tradiciones y no entiende cómo la gente se deja manipular de esa manera y vota lo que vota. Él lo solucionaría en dos patadas, pero cree que la mitad del país es idiota y no se merece una solución. No me pregunten qué votó, porque con ese discurso no tengo ni idea, pongan su papeleta donde quieran.

El cuñado número dos va despotricando del resultado en el partido del clásico. No entiende por qué los árbitros siempre pitan a favor de los mismos, él no vio fuera de juego en el gol que le anularon, y sí que vio un clarísimo penalti a favor que no le pitaron. Dicen que está todo amañado y que desvirtúan la competición. No me pregunten de qué equipo es, con ese discurso es imposible averiguar sus colores. Pónganle ustedes la camiseta que quieran.

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El cuñado número tres va despotricando del sorteo de Navidad, otra vez que no le ha tocado ni el reintegro. Se está convirtiendo en un autentico hater navideño. Está incomodo porque le gustaría que le gustase la Navidad, pero lo cierto es que el besugo le cae mal, el médico le ha dicho que controle los turrones porque tiene el azúcar alto, y que además no debe sulfurarse discutiendo porque sus arritmias no pintan bien. Antes de salir de casa se tomó un diazepan. Sostiene que el mundo está cada vez peor, y seguro que tiene razón, pero lo cierto es que él está cada vez más inaguantable, casi peor que el mundo, o al menos a la par.

LA SUEGRA espera a sus hijas y a sus seis nietos con ilusión, y a sus tres yernos con resignación. Como dice el abuelo, «son tres capullos integrales» y eso viniendo del capullo mayor tiene su valor. En la revista de cotilleos que regalan el domingo con «Es Diari», en la sección de consejos chorras dicen que en estas cenas hay que evitar hablar de política y de futbol. Pero con cuñado tres no se puede hablar ni del tiempo, es un amargado gruñón, protesta desde la temperatura del salón hasta del grosor de las lonchas de jamón.

Esta es la primera cena sin el abuelo, el divorcio fue una liberación, y la abuela ha tomado otra inteligente decisión para disfrutar de su familia. Ha colocado dos mesas, pero no irán los niños a una y los adultos a otra, ha puesto la mesa grande, con la cubertería de su madre, junto a la chimenea, hijas y nietos rodeándola, y ha dejado una pequeña, en la cocina, para que los cuñados hagan su particular cena de los idiotas. Mola que las abuelas cojan las riendas, son sabias. Tras la cena, de regreso a casa, son las hijas las que van al volante esbozando una sonrisa, es lo que habrá. Feliz jueves prenavideño queridos lectores.

conderechoareplicamenorca@gmail.com