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Por mucho que nos lo propongamos, la mayoría de los eventos festivos acaban en torno a una mesa y los navideños suelen ser los más pantagruélicos. El exceso se adueña de la cocina y de los estómagos, y aunque muchas de las sobras sirven para comer durante el día siguiente, también es mucha la comida que acaba desperdiciada, en la basura, algo que realmente duele. Esa es la contradicción del mundo en el que vivimos, por un lado los comedores sociales, la solidaridad de depositar unos kilogramos de arroz, legumbres o cualquier otro producto en el carro que muchos supermercados colocan a la entrada, especialmente por estas fechas, y por otro, tirar comestibles. España es el séptimo país de Europa que más tira la comida; en el ránking nos superan Reino Unido, Alemania, Holanda, Francia, Polonia e Italia.

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Podría parecer que en esto de que los alimentos se conviertan en residuos la industria o los restaurantes son los que más se exceden, pero no es así. Según la Organización de Consumidores y Usuarios, que promueve una campaña para reclamar una ley para luchar contra el desperdicio, es en los hogares donde más se da esta práctica. Un 42 por ciento de esa comida que se pierde se tira en casa, cada familia nada menos que 1,3 kilogramos a la semana. Un 39 por ciento corresponde a la industria alimentaria, un 14 por ciento a los restaurantes y un 5 por ciento a la cadena de distribución.

Algunos países ya han legislado al respecto: Italia, con su ley del 'Despilfarro cero' para concienciar a consumidores y eliminar trabas a las donaciones, o Francia, pionera en prohibir a supermercados de más de 400 metros tirar o destruir comida que pueda ser consumida y en obligar a restaurantes (los que sirven de 150 a 200 comidas diarias) a proporcionar bolsas para que los clientes se lleven las sobras. Pero el verdadero trabajo para evitar el desperdicio alimentario empieza en casa, con una compra más ajustada y consciente.