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Cada año añadimos palabras al diccionario: mariposear, postureo, clic… También aporofobia, concepto acuñado por la filósofa Adela Cortina que significa: «Fobia a las personas pobres o desfavorecidas». Hasta en la xenofobia hay clases y el extranjero rico ya no nos parece tan extranjero. Se usa mucho tardeo, últimamente. Y la que lleva tiempo admitida y triunfando es cachondeo.

«El proceso», novela que dejó inacabada Franz Kafka (su título original en alemán es: Der Prozess) empieza así: «Alguien debía haber calumniado a Josef K., pues sin haber hecho nada malo fue arrestado una mañana.» A veces, la historia parece una pesadilla recurrente, angustiosa y absurda.

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Este que acaba ha sido el Año Calbó (1752-1817), pintor menorquín del siglo XVIII, época ilustrada de conquistas y reconquistas. Pasqual Calbó habló catalán, italiano, francés, alemán, inglés y castellano. Viajó hasta Roma, Viena y Cuba. A los 28 años regresó a la Isla, dedicándose a la docencia en su ciudad natal, donde escribió manuales didácticos y un tratado científico en catalán.

Aun podemos visitar, en el Museu de Menorca, la exposición dedicada a este mahonés ilustre. Como el insigne toxicólogo, doctor Orfila, Calbó partió de la isla para ampliar horizontes y descubrir un nuevo mundo. Viajaron y no se quedaron aislados, pues los límites y fronteras no los pone el mar sino la mente.