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Tuvimos el gran honor, aquí si que cabe esta expresión tan manida, de conocer a Sus Majestades los reyes Magos de Oriente. Los vimos llegar al puerto de Calasfonts, y no se me olvidará la cara de mis hijos al verlos llegar. Quedé alucinada de los personajes. Primero el saludo, lo daba por hecho pero lo que no contaba, de ahí mi sorpresa, era la puesta en escena (segundo) sus andares majestuosos, pausados como si verdaderamente sus trajes les pesaran. La mirada interpelante y a la vez amplia a la búsqueda de un pequeñuelo. Los reyes se iban adentrando en el pelotón de niños y padres que nos agolpábamos para saludarles y ya de paso hacerse la foto para la posteridad. Nosotros nos quedamos con Baltasar. Me interesaba que mis hijos conocieran otra piel, otro color igual o más importante que nuestra piel blanca. Lo curioso es que sabiendo los colores mi hija de tres años no lo llama «el rey negro». Simplemente miró al Rey como el que se mira un extraño al que al principio no conoces y tras examinarlo en cuestión de segundos se encaramó a sus brazos sin llorar. Mi hijo de casi 21 meses no tuvo problema. Con lo cual los niños no diferencian a las personas por su color, los ven como son, personas. El tercer asombro vino cuando los escuché hablar, una buena declamación real. Parecían reyes del Lejano Oriente. Baltasar así y todo saludó en su idioma «salam aleikum» (que Dios te dé protección y seguridad). Estaban en su papel, se notaba que disfrutaron de sus personajes y que lo habían trabajado. Eso es tratar con respeto a los niños, meterse en el papel ante la mirada de ilusión de un niño.

Además del encanto del mar y el marco coqueto de Calasfonts, me atrajo el hecho de que los reyes vayan a adorar al niño al templo. Un acto nuevamente de respeto, y de enseñanza para los niños porque no solo descubren a los reyes que traen regalos van a ver al niño Jesús. Un niño en un pesebre semidesnudo que necesita de atención. Un momento reflexivo donde nuestros hijos valoran el acto de adorar, de adentrarse en una casa y mostrarles su cariño, valores esenviales como el amor al prójimo. No todo es pedir, también les enseñamos a dar, a ofrecer sin más.

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Al día siguiente me vi la Cabalgata de Madrid televisada por TVE, que me grabé. Una cabalgata bella, con el monotema de los inventos, pero muy lejos de lo que significa la presencia de los Reyes, y cuál es el motivo de su existencia. Porque a diferencia de Papá Noel los Reyes sí que tienen una historia que contar, seas o no católico. Y es maravillosa porque trata de respeto y de amor.

Y qué contar de la cercanía, que al final es lo que cuenta en la ilusión del niño, ha visto al rey se sabía su nombre y tan contento, en una gran ciudad llega solo el espectáculo.

@sernariadna