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Esta expresión es el grito de mi pequeño cada vez que doblamos la esquina y ve un parque público. Le encanta. A qué niño no le gusta. La cosa está que como madre me hace sentir incómoda ver adolescentes ocupando estos parques sin hacer más nada que estar allí con sus cuerpos sedentarios, y mirada en el móvil o en el compañero mientras fuman. Y cuando te abres paso a un tobogán o un balancín te miran como diciendo «ya está la mamá de turno con el crio de turno», y yo les miro pensando «no hay más lugar que el parque de un niño. Chaval imaginación». El día de después muchas veces el parque queda con restos del ayer, mondas de pipas, colillas, y algún botellín... Es evidente que falta educación. Considero que los padres en esta cuestión jugamos un papel muy importe. Cuando tengan la edad de la adolescencia, ya les diré que busquen otros sitios donde quedar a hablar o contarse sus inquietudes. Pero que el parque infantil debe de ser sagrado.

También están los chavales, y a veces no tan chavales que lo ocupan como un gimnasio. Esto nos pasó en Cala Llonga. Dos chicos con su torso desnudo, salpicando sudor por los barrotes de madera hacían su tabla de ejercicios. Claro, no duramos ni un minuto. Nos fuimos por el mismo camino que quisimos ir a jugar al ¡parque!. Un parque con juegos para los niños no es un gimnasio.

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En otra ocasión, en el parque de Cala En Porter, dos chicas y un chico, se balanceaban fuertemente en la rueda de araña, tanto que hacían tambalear la estructura. Pero eso ya no importa tanto como la mirada de los pequeñuelos y las madres viendo a ver cuando era el momento que lo dejaban para sentar al pequeño. Ni corta ni perezosa como veía que el minutero avanzaba me acerqué a una de ellas, y muy amablemente le dije que mis hijos también quería columpiarse, y si era posible que nos lo dejaran. Si fue así, pero con la coletilla del chaval «¡Jo! ya nos quitan nuestro columpio, después vienen más niños!». «Insolente», me mordí la lengua para no soltárselo. Como leen, nos pasan cosillas en los parques, porque a estas edades de 3, y casi 2 años los frecuentamos todos. Y es que son geniales los parques de Menorca.

Otra cosa que no entiendo es por qué tienen que ir a dejar arte urbano en los inmuebles de los parques. Por ejemplo, en el parque de Malbuger. No sé si lo han borrado, pero habían grafiteado el miembro viril en uno de los columpios. ¡Basta ya de ocupar en todos los sentidos los parques! Más respeto por la infancia, siendo en particular Maó ciudad amiga de la infancia.