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El transporte está en la diana de las políticas dirigidas a reducir la contaminación y frenar el cambio climático del que ya la evidencia científica ofrece pocas dudas. No puede ser de otro modo ya que es una de las causas principales de las emisiones y existe un mandato de la UE que debemos cumplir. El Govern avanza en una ley cuya medida más sonada de las que se han anunciado es que a partir de 2025 no se permitirá la entrada de vehículos diésel en Balears -es importante matizar que se limitará la circulación solo de los coches nuevos que funcionen con ese combustible -.

Aquí en Menorca cada cierto tiempo surge el debate sobre la viabilidad o no del transporte público, porque es claramente deficitario, que no barato, por mucho que se subvencione. Los resultados de la concesionaria TMSA lo dejan claro: 536.000 euros en número rojos que compensará el Consell. Es un debate endémico como las lagartijas negras de la Isla del Aire, no he visto que en ningún otro lugar se ponga tan en duda un servicio básico. ¿O es que todos estamos obligados a tener o alquilar coche? Si quieres moverte por estos lares prácticamente sí.

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Es obvio que en torno a una red floja de autobuses -a falta de otros medios-, hay mucho negocio, y que tampoco se trata de perjudicar a nadie sino de coexistir. El argumento de que hay pocos usuarios es la pescadilla que se muerde la cola: no hay bus porque poca gente lo usa pero nadie lo usará si ni siquiera tiene la oportunidad, porque no existe. Y si se trata de tener masa crítica, en invierno no la tendríamos para muchas cosas, entre ellas, conexiones aéreas, que se siguen quedando cortas, o un hospital de primer nivel.

Va a ser muy interesante, por ejemplo, observar este agosto cómo evoluciona el bus a Macarella, con las reservas anticipadas. Podrá ser un desastre o un éxito, como tantas otras cosas que hace años parecían imposibles y ahora se ven sencillas y naturales: me viene a la memoria el aparcar en doble fila en plena calle Ses Moreres, en el corazón de Maó, con un tráfico endemoniado en verano. Hay que pasar del discurso y las lamentaciones a la acción.