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Envejecer con salud, activos y con la mayor dignidad posible es un desafío individual, pero la atención a los mayores, un colectivo que crece y no dejará de hacerlo en los próximos años, es ya un problema colectivo de primer orden. En Menorca, con unas doscientas personas en lista de espera para entrar en una residencia y cerca de 15.000 mayores de 65 años, todos los centros son públicos, no hay ninguno en funcionamiento de iniciativa privada. En este contexto surge la primera iniciativa de cohousing (vivienda colaborativa) en Menorca, impulsada por un grupo de gente mayor de 50 años.

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No se trata de una idea al estilo de una comuna hippy, sino de un modelo residencial en el que cada uno guarda su privacidad, su economía, pero colabora en otras cuestiones y disfruta de servicios comunes. Empezó en los 70 en Dinamarca y pasó a otros países del norte de Europa, al principio como modo de ayudarse entre sí las familias jóvenes pero éstas, ley de vida, fueron envejeciendo y sus necesidades, cambiaron. En realidad ya hubo otra iniciativa privada en Maó que no llegó a materializarse, aunque en 2007 se planteaba como complejo asistencial de apartamentos para mayores y la idea no era cooperativista. Seis años después, en 2013, los promotores lamentaban las trabas burocráticas que acabaron por frustrar el proyecto. No obstante, las necesidades ahora continúan y se han incrementado.

La gente ya no envejece igual, desea mantener su independencia, que no implica vivir en soledad. Las residencias geriátricas seguirán siendo muy necesarias, porque el gran reto llega con la atención a las personas que no pueden valerse ya por sí mismas pero, mientras puedan vivir su vida, la vivienda colaborativa es una excelente opción. Iniciativas de este tipo deberían ver allanada su tramitación, aligerarían el peso que recae sobre las administraciones y permitirían a los nuevos mayores gestionarse a su manera otra etapa vital.