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Una noche puede pasar en un santiamén. Te duermes y cuando suena el despertador ya es de día. Pero también puede hacerse interminable, agotadora. Hay noches donde la oscuridad se alarga como un chicle y los minutos van goteando al ralentí. El insomnio agota y fastidia. Aunque pasar la noche en vela puede obedecer a diversos motivos, algunos muy loables. Hay quien trabaja de noche, mientras otros reposan. Hay quien sale de juerga hasta altas horas... ¡Ay! Pobre del que no puede conciliar el sueño, por causas ajenas a su voluntad.

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Desde aves nocturnas como el búho a animales que hibernan como la marmota, los ciclos de sueño y vigilia nos acompañan desde que nacemos hasta que fenecemos, en un abrir y cerrar de ojos. La vida es sueño, según Calderón de la Barca. «¡Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando cómo se pasa la vida…». Está bien lo de avivar el seso. Tendríamos que avivarlo bastante para aprovechar el tiempo que fluye y, si no lo vigilamos un poco, se escabulle. Odiar es una pérdida de tiempo y pasarlo sin amar, es tontería. Alguien tiene que hacer guardia de noche. El hospital nunca cierra y no valoramos lo suficiente el sistema sanitario que tenemos. Estamos demasiado ocupados tirándonos los trastos a la cabeza, dedicados a la greña profesional.

Necesitamos un descanso. Tomarnos un respiro. El Sol se va a dar una vuelta para que podamos dormir un rato. Cierra los ojos. Mañana será otro día.