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En enero de 2017 se celebró en Maó, gracias al acuerdo entre el departamento de Cultura del Consell y los ocho alcaldes de Menorca, el primer homenaje de las instituciones de la Isla a las víctimas menorquinas en los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). A partir de la voluntad de dar continuidad anual a este acto, este próximo sábado tendrá lugar en Sant Diego (Alaior) el «Día internacional en memoria del Holocausto». Pero, mientras, las instituciones siguen sin reconocer ni homenajear a las numerosas víctimas menorquinas durante la Guerra Civil (1936-1939) y la posterior represión franquista.

En Menorca, a pesar del gran número de asesinatos registrados a partir de julio de 1936 la persecución por motivos ideológicos y de odio -con menorquines condenados a trabajos forzados- la matanza de toda la oficialidad en La Mola y los fusilamientos de los sacerdotes encarcelados en el Atlante, no se ha constituido ninguna asociación para reivindicar la memoria histórica, a diferencia de Mallorca y Eivissa. En las cunetas de las carreteras también aparecieron cadáveres, con apellidos tan menorquines como los Anglada, Canet, Saura y Olivar en agosto de 1936. A partir de febrero de 1939 hubo otra persecución y empezó otro exilio, que volvió a derramar sangre y trajo mucho dolor y gran sufrimiento.

Ochenta años después hay que cerrar aquellas terribles páginas, tanto las del 1936 como las del 1939, para conseguir una verdadera reconciliación. Por ejemplo, los dos diputados menorquines de la Segunda República que tras haber sido elegidos democráticamente fueron asesinados, uno en la carretera, junto a Ferreries, y otro en Madrid, aún esperan el primer homenaje de las instituciones menorquinas. Me refiero a Teodoro J. Canet Menéndez, del Partido Republicano, y Tomás de Salort, de la Unión de Derechas. Sus nombres no pueden caer en el olvido porque el gran holocausto menorquín empezó en julio de 1936 y continuó en 1939.