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Mientras la investigación policial sigue su curso para tratar de encontrar explicaciones a las causas que provocaron la trágica desaparición del adolescente Sergi Pineda, en Ciutadella, las generaciones más próximas continúan sometidas al impacto del suceso, como ocurre entre padres y profesorado de la Isla.

Haya existido acoso en mayor o menor grado al malogrado joven ciutadellenc -los indicios apuntan claramente en ese sentido- todas las conciencias se han removido desde el pasado viernes al constatar el límite irreparable de las consecuencias a las que puede llevar el bullying.

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Solo su entorno más cercano sabrá cuál fue la actitud exhibida respecto a Sergi, cuáles fueron las bromas de mal gusto que podían haberse evitado, los epítetos o insultos que sobraron porque pudieron erosionar poco a poco la frágil estabilidad emocional de la recordada víctima. Haya o no responsabilidad penal sobre ese entorno una vez concluya la pesquisa policial, probablemente en su conciencia pesará siempre la duda sobre su cuota de responsabilidad y participación en lo sucedido.

Hoy ya no precisamos tomar conciencia del problema del acoso escolar escuchando desenlaces similares en cualquier otro punto de la geografía nacional o internacional. Esta vez, lamentablemente, el suceso ha caído de pleno en la sociedad insular que, queda demostrado, sufre y padece los mismos defectos que cualquier otra.

No vivimos en una burbuja ajena al resto. Aquí la tasa de delincuencia es inferior a la media nacional, de acuerdo, pero la hay como también hay violencia de género a diario, abusos sexuales a menores -muchos más de los que salen a la luz- y acoso escolar, entre otros. Prevención, charlas, programas... conciencia es lo que hace falta, atención de los responsables, educación y respeto, la mayoría, valores en desuso.