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No sé lo que tendrá el aplauso del PP pero es aplaudir a alguien de los suyos que ha hecho del noble oficio de la política mangas y capirotes, y muy pocos días después caer fulminado, como si le hubieran dado el cloroformo de anestesiar corruptos dejándolos inutilizables para ese oficio es todo uno.

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Recuerden el caso de Jaume Matas Palau, donde en un atrevimiento verbal, Rajoy alcanzó a decir que quería gobernar España como Matas gobernaba Balears, y acto seguido venga de aplausos. El caso de Carlos Fabra, también gozó de la confianza de la dirección del partido y de los aplausos, a pesar de estar enmierdado hasta las cejas. Lo de Rodrigo Rato, que fue para mear y no echar gota. Le comparaban poco menos que al rey Midas, que convertía en oro todo lo que tocaba, y venga aplausos. Lo de Bárcenas, que después de los aplausos la cosa se puso fea cuando empezaron a pagarle en diferido, amén de dejarle el ordenador hecho unos zorros. Lo de Pedro Antonio Sánchez, que también tenía toda, todita la confianza del partido y lo de los aplausos ni les cuento, hasta que llegó lo de 'si te he visto no me acuerdo'. Lo de Alfonso Rus con aquel sentir vergüenza ajena con el «yo también te quiero», y venga aplausos hasta que le pillaron reconvirtiendo euros en millones de pesetas. Y ahora lo de Cristina Cifuentes, con el aplauso casi por bulerías de Sevilla, mientras la ciudadanía sentía vergüenza ajena. ¿Y sabe una cosa, Sra. Cospedal? Para mí tengo que hay aplausos que los carga el diablo.