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Con más de 25 años de trayectoria en la magistratura en Menorca, el juez decano de la Isla, Bartomeu Mesquida Ferrando, ejerce de felanitxer cuando, tras calificar la movilidad como el principal problema de los juzgados menorquines, asevera que "o viene un anacoreta como yo, un loco que se queda aquí, o el cambio es continuo". El Colegio de Abogados de Balears concedió ayer a Tomeu Mesquida el premio Degà Miquel Frontera que reconoce la ética jurídica. Este galardón fue creado por los letrados del archipiélago en 2013 para premiar a los juristas que se hayan distinguido por su compromiso activo con los valores de la solvencia ética y deontológica en el ejercicio del Derecho.

A los 60 años el juez Mesquida, sobrio, discreto y eficaz, sabe que concluirá su periplo profesional en esta Isla, de la que conoce en profundidad tanto el paisaje como el paisanaje.

A través de la lectura de atestados, informes policiales, calificaciones de la Fiscalía, conclusiones provisionales y en la redacción de numerosas sentencias ha penetrado en la psicología de quienes viven y trabajan en Menorca. Conoce los límites y las reacciones de la naturaleza humana por los comportamientos, conflictos y pleitos que sustancia como decano de los Juzgados de Maó desde 1999 y magistrado juez del único juzgado de lo Penal, con jurisdicción sobre toda la isla, desde 2002.

Hombre reflexivo, que admira desde "s'altra banda" el skyline de Maó y hombre de acción, que practica la natación a diario, Bartomeu Mesquida, a diferencia de sus hermanos Antoni y Joan, renunció a desempeñar funciones políticas en Madrid. Decidió seguir en Menorca, aunque esta isla sea un trampolín para distintos cargos, y ha seguido haciendo su trabajo con dignidad y con vocación de permanencia. Se equivocó el director del instituto de Felanitx cuando le dijo que no sería nunca nada en la vida. Fiscal primero y ahora juez, una profesión dura pero enriquecedora.