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A raíz de los últimos acontecimientos, algunos han recordado el fenómeno del «cisne negro». La expresión proviene del autor latino Juvenal: «rara avis». Se trata de un suceso inesperado, una sorpresa de gran impacto social que trastoca las expectativas. A posteriori, se racionaliza de mil maneras, pues nadie pudo predecirlo. Hay una explicación para todo en esta vida, pero suele ser a toro pasado. Fenómenos extraños siempre los podemos encontrar, pero un cisne negro es como una cebra sin rayas o una mariposa obesa.

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Ser presidente sin ganar las elecciones es posible. Basta con poner de acuerdo a todos los demás para que no lo sea otro. Nuestro sistema lo permite. Nos motiva jugar a la contra y unir votos dispares con tal de fastidiar a otros. Llegar a acuerdos ya no es tan fácil. Romper la Constitución traería amargas consecuencias. También la guerra comercial que ha emprendido Trump, poniendo aranceles a diestro y siniestro, huele a desastre.

Cisne negro o perro verde, la cuestión es que nadie sabe lo que pasará. Hay que estar atentos. Ahora que el principal culpable de todos los males, para muchos, se ha tenido que ir, habrá que ver si los temas se arreglan y las protestas acaban. ¿O solo se trataba de poner a los nuestros? Fanatismos de todo signo han cantado victoria con el cambio de Gobierno, pero la cuestión es lo que pase a partir de ahora. Los problemas son los mismos, pero «muerto el perro, se acabó la rabia».