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Hoy es ese día al año en el que somos tropecientas personas en Menorca. Las fiestas de Sant Joan y Ciutadella son el reclamo por excelencia a este lado del Mediterráneo y a los demás nos toca gestionarlo como mejor podamos. Incluso a la gente de Ciutadella que ve cómo su fiesta se prostituye poco a poco en busca de que vengan más y más individuos. Te explico qué va a pasar esta tarde.

Por un lado los actos protocolarios en los que el fervor santjoaner lucirá orgulloso, como toca, y con cierta envidia sana porque donde mucha gente ve excesos yo veo orgullo por sus tradiciones y por su cultura. Por otro, algo similar a un akelarre dantesco...

Porque no te descubro nada si te cuento que esta tarde habrá menores bebiendo y drogándose. Habrá 'noes' de esos que significan 'no' a la espera de que se respeten aunque vengan acompañados de un contexto etílico que se pueda malinterpretar como una duda.

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Habrá escenas que nos avergonzarán –o al menos deberían–, porque hemos consentido que se venda la imagen de que el 23, el 24 y el 25 de junio casi todo está permitido. Turismo de calamidad, diría yo. Porque habrá menores flirteando con intoxicaciones etílicas porque nadie les ha explicado que la vida está para divertirse y pasarlo bien, pero con cuidado porque en unos segundos se puede enviar todo a tomar por saco.

A mí me enorgullece como menorquín que estas fiestas atraviesen fronteras y que incluso los propios mallorquines tengan que copiarlas, aunque cada vez que voy pienso que algo no hacemos bien y no nos importa lo suficiente para cambiarlo. Hasta que pase algo gordo y nos amparemos en tópicos como «ya se veía venir», «jo fa estona que ho dea» y «parece mentira que no hayan hecho nada».

Ojalá me equivoque y todo vaya de lujo, no ocurra ningún contratiempo y todo se desarrolle tan bien que incluso parezca aburrido y el año que viene las jaurías de visitantes prefieran quedarse en casa o deambular por Magaluf.

Mientras tanto, que disfrutemos al máximo de las fiestas, que Ciutadella y sus habitantes luzcan sus mejores galas para vivir sus días grandes. Sin más dolores de cabeza que los de la resaca, claro.