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Preguntado en Catalunya Ràdio por Mònica Terribas si temía terminar en la cárcel, como ya les ha ocurrido a otros políticos catalanes, el president de la Generalitat Joaquim Torra dijo, tras su primera entrevista con el Presidente Pedro Sánchez, que ya tenía cincuenta y cinco años, sus hijos eran mayores y él no tenía nada que perder. Esto me da qué pensar. Porque siempre tenemos algo que perder. Por de pronto, un preso –cualquier clase de preso-, pierde la libertad. No es moco de pavo; por esa palabra, libertad, y lo que significa, se ha peleado medio mundo contra el otro medio, y ha habido y seguramente habrá mucho mártir, o dicho de otro modo, ha corrido y correrá todavía mucha sangre. ¿Qué ocurre cuando un hombre está dispuesto a inmolarse por una idea? No lo sé. Supongo que básicamente se trata de un problema de incomunicación, o a lo mejor de dignidad llevada al extremo. Pero en posiciones enfrentadas, el hombre que se inmola será un héroe para unos, y para los contrarios será un delincuente. Parece una relación de amor-odio. Si no me quieres, te odio. Creo que Jesucristo lo dijo de otra manera: o estás conmigo o estás contra mí. No cabe término medio. Y sin embargo, sin términos medios no hay entendimiento posible entre contrarios. Pero ya dijo alguien que es muy difícil hablar con quien no quiere entender, es más fácil hablar con una pared, porque al menos no replica. Pero una pared no está dispuesta a inmolarse por nada ni por nadie, como tampoco lo estuvo Galileo Galilei cuando dijo su famosa frase: «Eppure si muove», si es que la dijo. Claudicó de su teoría heliocéntrica ante la Santa Inquisición, pero su hipótesis era correcta, la Tierra y los demás planetas daban vueltas en torno al sol. Y las siguen dando.

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A lo mejor resulta que una pared no replica porque tiene algo que perder: en un arranque de cólera alguien podría mandar derribarla. Pero seguiría siendo insensible. Un hombre no, un hombre es muy sensible a su privación de libertad, y a la soledad que ello implica, y a las consecuencias que ello tiene sobre su familia, sobre sus hijos, sus allegados, sus amigos... No creo que nadie que pase por situaciones de privación de libertad o de soledad extrema lo olvide fácilmente. Dicen que si alguien ha estado en coma recuerda hasta las pesadillas que tenía, y ya se sabe que las heridas psicológicas tardan años en curarse, si es que llegan a curarse alguna vez. De modo que en cuestión de libertad todos tenemos algo que perder.