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A pesar de ser parte de la parte del gobierno Rajoy, la gente del PP prefirió a Pablo Casado, que parece que finalmente decidieron que no bastaba con haber sido los últimos años parte del aparato. Cuando estas cosas pasan, es para hacérselo mirar. No crean sin embargo, que para estas dos damas del PP esté todo perdido, ya verán como tendrán un buen cargo y naturalmente bien remunerado, por más que seguramente para esos cargos no habrá que someterse al fielato de las urnas, esa extraña maldad en la que a veces se empeñan los puñeteros votos.

Pablo Casado como oráculo para mí tengo que decir que ha empezado con mal pie, pues no es la mejor forma de hacer amigos cuando desde sus ocurrencias, además de reírse como si estuviera contento de haberse conocido, va y dice el hombre «¡El PP ha vuelto!» pero alma de cántaro a quién se le ocurre, semejante frase deja a Mariano Rajoy como a quien le han dado una perdigonada.

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Una ventaja sí que tiene Pablo Casado, ahora sabe o debería de saber por el camino que no debe transitar, porque conduce al despeñadero. Cuidado con infravalorar los escaños con los que cuentan los demás y más aún no saber a ciencia cierta cuántos son los afiliados que se tiene, son cosas que pueden ser dramáticamente frágiles, si la oposición amalgama la hartura de ser siempre vapuleada políticamente por un gobierno de escasa empatía, cuando no la manifiesta animadversión emanada de una forma despótica de manejar esa inestable industria del ordeno y mando. Ganar una votación como la que ha ganado Pablo Casado, deja tras de sí a gente que no le votó, sobre todo a unas lideresas que no fueron finalmente votadas y que se lo tenían muy creído, como las señoras Soraya y Cospedal, y barones enquistados con más ‘conchas que un galápago’ en el arte de nadar y guardar la ropa, que ahora tienen que ganarse la voluntad del dedo que lo mismo concede que quita poder. Más pronto que tarde (algunos ya lo han comprobado) saborearán la delicada diferencia entre ser gracioso o caer en gracia.

Otros no tendrán ningún empacho, sabían cómo ganarse la empatía de Rajoy del que ahora ni se acuerdan, ya que no dudarán en jugar con las mismas cartas para seguir, como decía aquella, en el ‘candelabro’. Ante Pablo Casado se repetirán las viejas lisonjas, los aplausos, la palmadita en la espalda y el «ha estado usted cumbre», de lo que debe de alejarse el nuevo presidente, sobre todo no fiarse de los aplausos, que en el PP hay una larga tradición de que los carga el diablo. Lo que le dará la clave y su verdadera popularidad será la calle, y acaso, algún asesor que no tema decirle la verdad, por más que a veces la verdad escueza. Deje usted el ego, es mucho más útil el que nos hace sufrir con sus verdades que el que nos engaña con sus halagos y a la postre busca sólo su propio bienestar.

Un presidente francés de larga memoria, desnudo frente a un espejo, le dijo a su edecán que estaba reunido con el único hombre del que se fiaba.