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Son las 14 horas en el reloj, es decir las 12 del horario real, cuando el sol está en el cénit y cae verticalmente. Es el momento elegido por Pablo Casado para atender a los medios en la terraza del Club Marítimo de Mahón.

Espera la llegada de los periodistas y cámaras de televisión, sobre todo la suya, que tienen que subir por tandas en ascensor desde la primera planta, donde inicialmente habían montado el despliegue. Y mientras espera que todo sea dispuesto para captar su imagen con el puerto como fondo, hace tiempo hablando con los jefes locales del partido.

Cuando su jefa de prensa da el sus arranca el speech ante los micrófonos, el discurso que sirve igual en Mahón que en Jaraiz de la Vera, con un par de apuntes sobre turismo y lengua, más cercanos a la actualidad regional. Diez minutos. A esas alturas el sudor corría por la frente y empapaba axilas de los presentes.

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Algunas preguntas sobre la actualidad nacional estiraron la «atención a los medios» otros nueve minutos. No hubo desmayos y las imágenes quedaron nítidas en un marco espectacular. Un éxito para quien ha convertido la política en efecto estético, es joven, habla bien, mira a los ojos y luce en un entorno marinero.

No empatizó con los medios, no saludó a los periodistas, quienes algo tienen o tendrán que ver en su proyección pública. No se bajó -metafóricamente- de la tarima. Rajoy sí lo hacía y aprendía de la gente la realidad de los sitios a los que iba. Era afable incluso en las distancias cortas, sabía caer bien y sabía que eso era importante para su carrera. Casado, con los empresarios amigos estuvo cómodo después. Y con los militantes, algunos habían acudido porque necesitan firmar o renovar el contrato de cuatro años.

Rivera, que también ha pasado por aquí este y otros veranos, sí empatiza a través de los gestos simples, aunque perdió la oportunidad de haber sido presentado por algún dirigente local.